Mi imperfección
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¿Cómo sobrellevar la propia imperfección?
D: ¿Cómo es eso de que Dios, que es todo poderoso, creó gente tan imperfecta?
T: No te preocupes de tus defectos. “La preocupación que te desalienta y desanima, proviene del amor propio, y esa tristeza sobrenatural aumenta el coraje, despierta la aspiración al bien. Somos entonces felices cuando nos sentimos débiles y desdichados. Cuanto con mayor humildad reconocemos que Dios nos da sin ningún mérito, más se abajará para concedernos gracias”.
D: ¿No te molesta que ante Dios no seas nada? Este pensamiento me parece cuanto menos paralizante. Me siento como un elemento innecesario en la gran maquinaria del mundo y como el polvo por el que caminamos.
T: “Siempre tengo la misma confianza osada en que me convertiré en una gran santa, porque, sin poseer ningún mérito, no cuento con eso, sino que confío en Aquel que es el mismo Poder y Santidad. Satisfecho con mis débiles esfuerzos, Él mismo me elevará hasta Él y cubriéndome con sus méritos infinitos me hará santa”.
D: Quizás para ti es más fácil. Desde el principio sabías que querías servir a Dios y seguir Su camino. Para mí es difícil aceptar este mensaje de que tengo tantos defectos. Cuando te miro, me parece que eres perfecta y santa.
T: Para nada es como piensas. “Me conformo con el pensamiento de que siempre me veré imperfecta y en ello encuentro alegría. Pero, por otra parte, también sé que Dios no me dará sueños irreales, pues, aunque soy tan pequeña, puedo aspirar a la santidad. No creo que vaya a ser grande, por eso debo conformarme con como soy, con todas mis imperfecciones; sin embargo, quiero encontrar la manera de subir al Cielo, alguna vía pequeña, muy simple y muy pequeña, completamente nueva: un pequeño camino”.
D: Entonces, aquí y ahora, durante nuestra vida, ¿somos capaces de llegar a la santidad aunque seamos tan débiles, caigamos y pequemos?
T: Sabes, esto me recuerda un poco a cuando se es un niño pequeño. “Al principio, cuando intentamos levantarnos con nuestras propias fuerzas, pero todavía no podemos caminar. Queriendo ir a pie hasta mamá, levantamos la pierna para dar el primer paso… ¡pero nada! Una y otra vez caemos, porque somos demasiado pequeños para incluso dar ese primer paso”. Hay que contentarse con eso. Algo así pasa con nuestra imperfección. Dios sabe que no conseguimos ir por toda nuestra vida sin caernos. Él, en su Amor, quiere llevarnos en sus manos, pues desea nuestra felicidad y nuestra santidad.
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