La misión de la Congregación. Discípulo: Otra realidad

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La misión de la Congregación. Discípulo:
Otra realidad

Jorge: Hola. Me llamo Jorge Karpiński y ésta es mi esposa Mónica. Llevamos 30 años casados. Tenemos cuatro hijos: tres hijas y un hijo. Son adultos. Vivimos en Wojnicz, Polonia, cerca de Tuchów.

Mónica: Como vivimos cerca de Tuchów, en nuestra juventud solíamos peregrinar hacia allí. Estábamos relacionados con el grupo “Servicio Femenino a la Virgen” y cada reunión de este grupo tenía lugar en Tuchów. Nuestra relación con esta ciudad viene desde lejos. Creo que llevamos 40 años visitando Tuchów, tanto peregrinando hacia allí o yendo en coche.

Jorge: Estos fueron nuestros primeros encuentros con los redentoristas, sin ninguna obligación. Tenían lugar simplemente por el hecho de vivir cerca de su monasterio en Tuchów.

Mónica: En cambio, nuestra relación con los redentoristas empezó cuando nuestros hijos participaron en las Jornadas de la Juventud organizadas por los redentoristas y allí conocieron el Equipo Misionero “El Este” (“Wschód”). Poco después, fueron a su primera salida misionera con el Equipo. Nuestra hija era mayor y podía ir por sí misma, pero nuestro hijo todavía era menor de edad.

Jorge: Tenía entonces 16 años…

Mónica: Exactamente. Así que estaba la duda de si él podía ir solo. El padre Witold, el director del Equipo, propuso a mi marido que fuera con nuestro hijo, aunque no fuera miembro del Equipo.

Jorge: De hecho, el padre Witold estaba más interesado en tener un coche más, que en tener otro cuidador (risa), pero digamos que era el Espíritu Santo el que actuaba. Estoy muy contento de que todo sucediera así, porque, gracias a eso, mi esposa y yo nos unimos al Equipo Misionero.  La primera vez fui yo solo, sin mi esposa, porque necesitaban sólo a una persona como cuidador y conductor de un coche. Mi esposa, digamos, se quedó a un lado. Este fue nuestro primer contacto con el Equipo Misionero. ¿Que qué es este equipo? Estamos hablando del Equipo, pero seguro que no todo el mundo sabe qué es. El Equipo Misionero “El Este” es una asociación de redentoristas y gente laica fundada en los años 90 en el Seminario Redentorista en Tuchów. El objetivo de este grupo desde el principio era la evangelización en Europa del Este. Por supuesto no se trata de un servicio religioso constante. Nuestro trabajo consistía en ser ayuda, porque en aquel momento faltaban sacerdotes y la Iglesia apenas empezaba a recuperar sus edificios. Empezó a ser posible el hacer algo allí, pero faltaba gente para este tipo de servicio. No había sacerdotes y todo tipo de ayuda era muy valorado. Padre Gregorio Ruksztełło vino con la iniciativa de establecer un equipo que se dedicara a este tipo de servicio. Así empezó el Equipo Misionero “El Este”, que continúa hasta hoy. Durante este tiempo, han formado parte de él más de 150 personas laicas, y decenas de padres redentoristas y seminaristas. El equipo misionero ha llevado a cabo unos 200 retiros en el Este. El número de los que han participado ya se cuenta por miles. Tengo unos datos de hace 2 o 3 años, y ya en aquel tiempo había más de 7 mil participantes y desde entonces hemos realizado más de una docena de retiros. En un retiro normalmente participan entre 50 y 60 personas. El número total seguro que ha aumentado.

Jorge: Hubo un episodio en nuestra vida. Hace muchos años, cuando éramos jóvenes, viviendo en la misma ciudad, pertenecíamos a un grupo de jóvenes llamado “Cometa”. Creo que esto fue muy importante, porque el cura que era el director, ya difunto, el padre Estanislao Marek, nos transmitió la necesidad de no quedarnos sólo en esto, que es temporal y nos concierne solamente a nosotros, sino de compartir con los demás la fe, el entusiasmo, la alegría. Nuestra afiliación al Equipo Misionero “El Este” es una consecuencia natural de todo ello. ¿Qué puedo decir sobre mis sentimientos en relación con la predicación del Evangelio a los más pobres y abandonados? Por supuesto, no me siento como un gran misionero, porque, como es sabido, hacemos algo totalmente distinto. Sin embargo, considerando la participación en este tipo de retiros, uno puede fácilmente vivir una experiencia que, como asumo, viven los sacerdotes trabajando con los más abandonados en el Este. Nos encontramos allí con una realidad totalmente distinta. A menudo nos quejamos de que Polonia va mal, quizá ahora esto haya mejorado, pero antes uno escuchaba lamentos de que nos faltaba mucho. No obstante, bastaba con cruzar la frontera con Ucrania para estar en otra realidad. Nuestras salidas nos enseñaron que todavía hay gente que necesita, que desea, otra realidad: la perspectiva de la fe en su vida. Recuerdo cuando, durante mi segunda misión, fuimos a Ucrania a un pueblo pequeñito que se llamaba Miżyniec. Había allí una iglesia antigua, un párroco muy majo y unos niños muy pobres que vinieron de otros pueblos vecinos. Su pobreza era material: llevaban ropa de mala calidad y estaban mal equipados para el retiro; además, los niños a veces no sabían ni las oraciones básicas. Lo interesante es que los niños eran tanto de la Iglesia Católica, de rito occidental y oriental, como de la Iglesia Ortodoxa. Recuerdo cuando una vez organizamos una oración junto con la exposición del Santísimo Sacramento, con velas encendidas. Me emocionó el silencio absoluto. Estos niños estaban de rodillas. No sé qué pasaría por sus corazones, pero no se portaban mal, no hacían ruido, sino que estaban concentrados. Uno sentía que ellos lo vivían intensamente. No sé si antes habían tenido este tipo de experiencia en la parroquia, pero esto fue auténtico y quedó en mi corazón durante muchos años. Me ilusionó la piedad de estos niños, que siguen buscando y van hacia adelante. Por aquel entonces eran muy jóvenes, tenían entre 6 y 15 años. Esto era emocionante.

Mónica: Yo tampoco olvidaré mi primera misión. Era mi primer contacto con el Equipo, con las repúblicas de la antigua Unión Soviética, porque antes nunca había ido al extranjero, hacia el este. Tenía cierto miedo de cruzar la frontera del Este. En Strzelczyska, donde hacíamos retiros, había jóvenes que sabían más polaco que los de Miżyniec, porque era un pueblo de población polaca, sabían también algunas oraciones en polaco, conocían mucho de la cultura polaca y de la Iglesia. Un hecho muy impresionante, que nos habla de cómo era antes y de cuánto la gente necesitaba la fe justo después de la Guerra, fue el encuentro con una mujer que contaba a los niños sobre aquellos hechos. Esta mujer decía que cuando todavía no tenían ninguna iglesia en Strzelczyska, la gente iba a Mościska al único templo en la región donde trabajaban los redentoristas. No tenían allí ningún convento, porque se lo requisaron. Allí solo había una iglesia donde servía el padre Ziober, quien fue el único redentorista que se quedó allí después de la guerra. No podía celebrar la eucaristía con los fieles, pero ellos deseaban tanto participar, que venían de los pueblos cercanos y se quedaban rezando fuera de la iglesia mientras él celebraba la misa dentro. La mujer, cuando lo contaba, estaba muy emocionada; sin embargo, para los jóvenes, como se reflejaba en sus caras, era impensable que no se pudiera entrar a la iglesia, que no se pudiera participar en la eucaristía, si ellos ya podían.

Mónica: Pienso que el mejor testimonio de que somos necesarios como Equipo, como personas que hablan allí sobre Jesús, en el Este, es que cada año, 6 meses antes de las vacaciones, los sacerdotes que trabajan en Ucrania, Bielorrusia, Lituania y Rusia, manifiestan al director del Equipo Misionero su deseo de participar en los retiros. Quieren que hagamos retiros, que hablemos sobre Cristo y conduzcamos a los niños por el camino, sobre el que, desde hace años, hemos estado hablando, bajo la guía de los redentoristas. Ése que es para los más pobres y abandonados.

Jorge: Mirando desde la perspectiva de nuestros años de experiencia en el Equipo, o, en general desde la perspectiva de la historia del Equipo, hay una necesidad constante de predicar la palabra de Dios, la Redención Abundante a los más abandonados (como diría san Alfonso), porque ellos están realmente abandonados. Ahora la situación ha cambiado, pero durante muchos años esta gente vivía en otra realidad. Lo que ellos aprecian más no son necesariamente nuestras charlas o el trabajo que hacemos allí, sino simplemente nuestra presencia, el tiempo que pasamos con ellos, eso es lo más importante. No se trata de que hagamos algo especial o fascinante. A mí me parece que no se trata de eso. Nuestra presencia habitual es muy importante para esta gente allí en el Este.

 

Autor: Jorge y Mónica Karpińscy
Traductor: Hubert Starzycki CSsR

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