Amor al prójimo
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Amor al prójimo
D: ¿También debemos respetar a la gente que nos hace daño?
T: A la gente que nos hace daño debemos respetarla incluso más que a aquellos que nos son cercanos. El amor perfecto al prójimo consiste en que soportemos los errores del otro, en no extrañarse en absoluto de sus debilidades.
D: Cuando alguien hiere mi confianza, lo que más me apetecería sería alejar a esa persona de mi vida. Eso también desanima a hacer nuevos amigos, pues en el fondo de mi cabeza aparece ese pensamiento de que alguien también me decepcionará. Y de nuevo sufriré.
T: La comprensión llega con el tiempo. Dios me permite entender en qué consiste en amor al prójimo. Antes lo entendía, es verdad, pero de manera imperfecta, no interiorizaba todavía esas palabras de Jesús: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Intentaba sobre todo amar a Dios, y amándole a Él entendí que qué hay que hacer para que mi amor no se expresara sólo en palabras. También son importantes las obras. Sin tener la habilidad de practicar grandes virtudes, me esforcé de manera especial las cosas pequeñas; amaba, pues, doblar los abrigos que me dejaban las hermanas, y realizar los pequeños servicios que se me encomendaban.
D: Cuando hablas así de eso, parece muy fácil. Reconozco que a veces el egoísmo estropea las relaciones con otra persona. Cuando amo a alguien, me gustaría que él fuera sólo para mí, que me dedicara su tiempo y pensamientos.
T: Solo que así no hablas de amor verdadero. No se trata de que alguien te dedique todo su tiempo. Como razonablemente has descubierto, a esto nos conduce nuestro egoísmo. Cuando se ama a alguien de verdad, se asume cualquier sacrificio, para hacer feliz a tu ser querido. Cuando tienes en ti un amor verdadero y desinteresado, entonces te alegras cuando esa persona encuentra la felicidad cuando se encuentra con otras personas, no sólo contigo. Te diré algo más. Nuestros corazones fueron creados a imagen del Corazón de Dios, que ama a toda criatura, como si fuera única en el mundo. El amor de verdad nunca debe ser objeto de comparaciones ni envidias. Si así sucede, significa que te guías por el amor propio, el egoísmo, y no por ese increíble don que es el amor verdadero.
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