Profesionalismo y profundidad
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Profesionalismo y profundidad
Con Hubert Kowalski, músico, director y compositor, habla Dariusz Dudek.
Sobre el ser cristiano desde lo profundo del corazón hablaré con mucho gusto con nuestro invitado de Iglesia Católica para Él, Hubert Kowalski. ¡Buenas tardes!
¡Buenas tardes!
Hubert Kowalski, músico, compositor, vocalista, contrabajista, pero también una persona creyente. ¿Qué fue primero? ¿El Hubert músico o el Hubert cristiano?
¡Es difícil contestar a eso! Si aceptamos que el Hubert cristiano comenzó con el bautismo, entonces se puede caer en la tentación de afirmar que el cristiano fue primero. Por otra parte, quién sabe si un chico tan pequeño, antes del bautismo tenía ya una riqueza de talentos o las expresiones musicales, que Dios le dio… Si atendemos al hecho del momento en que comienza la formación musical, la orientación hacia la música, definitivamente el cristiano fue primero por el bautismo. Sin embargo, todo creyente, o la mayoría de los creyentes, se dan cuenta de que el bautismo por sí mismo no es garantía de que la persona sea verdaderamente un creyente profundo, que viva su vida en el espíritu de la fe y de la realidad personal de la relación con Dios. De ahí, si se mira a esto, el momento de mi nuevo nacimiento (en términos teológicos) siguió al momento de un compromiso más serio hacia la educación artística. Se trata de una pregunta demasiado complicada, difícil de contestar inequívocamente.
¿Puedes decirnos cómo surgió esta pasión por la música, cuál fue su comienzo?
Desde luego el hecho de que a los 17 años comencé la educación artística (es decir, demasiado tarde), ése fue el momento clave. Él me empujó a estudiar música y, en algún sentido, abrió ante mí las puertas a un nuevo espacio musical, que puede que antes sintiera con intuición y emoción al escuchar diferente música, pero en este modo educativo se convierte, sin embargo, en algo completamente distinto, más cercano y real.
Pienso que la sensibilidad musical se formó en mí antes, en la casa familiar. Mis padres no son músicos, pero siempre me empujaron a implicarme en la música, íbamos a conciertos. Me animaron a estar en las escolanías o en los coros en la escuela. Esto me acompañó en casa desde pequeño. Sin embargo, sin duda, el momento clave es la llegada a la escuela musical.
La pasión por la música se desarrolló, gracias a los padres y a los interesados. ¿Ves en esto la guía de Dios de algún modo? ¿Fue un camino propuesto por Él?
Todo lo estimo como don de Dios. La vida es un don de Dios, los talentos, el carácter, la sensibilidad humana, la personalidad… todo son dones de Dios. Se encuentra uno en el camino a esa gente que, en cierto sentido, son puntos de referencia, nos guían, hablamos de ellas, o estamos con ellas y nos abren nuevos caminos. La vida es muy compleja, se expresa en muchos elementos y todo lo estimo como don divino de un determinado tipo.
Pienso que tengo una sensibilidad que Dios me ha dado. En mi caso es evidente, no hay otra realidad, otra lengua, en la cual de modo tan fuerte y tan intenso me haya hablado, que a través de la música. Esto, decididamente, es su camino. La pregunta es en qué medida me encuentro en él y en qué medida respondo a lo que ha planeado para mí.
¿La música fue también un lugar donde descubriste al Dios vivo?
Sí. Pienso que si no fuera por la música, por muy elevada y abstracta que suene, aunque podamos concretizarlo, no hubiera descubierto a Dios en el sentido personal, como Lo conozco ahora.
Un conocido se fascinaba por la comunidad religiosa, cuando la Liturgia de las Horas se llevaba a cabo de modo bello y toda era cantada de una manera realmente bella. Decía que él ahí „fluía”, pues le movía muy intensamente. Nuestro otro amigo, cuando escuchó esto, se indignó y afirmó que eso no es en absoluto lo importante, que no se trata de estética, sino de encontrarse con Dios. Pero la verdad es que todo camino para conocer a Dios es bueno. A uno puede ayudarle, con perdón, una figura de plástico de la Madre de Dios, y, a otro, un gran oratorio.
Si te soy sincero, no puedo evaluarlo. Dios tiene sus modos propios para llegar a la gente. Pienso que algo es más privilegiado porque se ve, tras casos concretos, que funciona, o algo funciona más o algo menos. ¡Hay un número increíble de caminos! Pero de seguro lo importante es que al ser humano siempre le mueve lo bello. La belleza entendida de modo amplio. De ahí que la persona siempre ha tenido necesidad de creación. Le ha gustado de alguna manera expresar, o al espíritu profundo, que ha sentido en sí, le ha gustado transmitir de alguna forma, en este caso con la música. Y si la persona se encuentra con la belleza, entonces para ella es muy conmovedor. Si esto en ella hace surgir apertura a algo más espiritual, ya es otro asunto. Sin embargo, la persona es sensible a la belleza, y Dios es bello, y eso conmueve.
No basta simplemente la estética. Existe cierto peligro… Se puede ir en una dirección tal que algo esté preparado de modo verdaderamente artístico y surja lo que yo llamo un „producto religioso” bonito y bueno. Solo que el peligro consiste en que podemos quedarnos sólo en el nivel estético.
El segundo peligro, rodeo un poco el hijo de nuestra pregunta, aparece cuando la situación es al revés. Estamos demasiado espiritualizados. Tenemos unas vivencias profundas, a menudo muy auténticas. No digo esto con ironía. Son muy sinceras. Pero justificamos nuestra falta de profesionalismo aceptando determinadas actividades de la iglesia que provocan que nosotros „produzcamos kitsch”. ¡Aunque puede que sea muy auténtica y espiritual! Y esto es también un cierto tipo de peligro. Pues de nuevo produce que nos ocupemos sólo de esta realidad, de este espacio de poderosa actuación y movimiento de los corazones humanos. Por eso estoy convencido, de acuerdo con lo que observo en mis actividades, de que la mejor solución es cuando ambas realidades se compenetran y desarrollan en paralelo.
También tienes la experiencia de dirigir diferentes equipos. ¿Intentas, a parte del profesionalismo, dar alguna formación para gente que se compromete en estos grupos que diriges o dirigías?
Si concierne al funcionamiento en el seno de la Iglesia, si tomo para un taller obras destinadas a la liturgia, evangelización o cualquier otra cosa que tenga contenido que hable de Dios, no consigo imaginarme esta situación si no llamara la atención a la gente de que, por una parte, hay cierto tipo de habilidad vocal (si hablamos de vocalistas) y, por otra, que hay un conocimiento personal de aquello que se transmite. La persona que canta transmite algún contenido.
La gente viene a este taller y están conmigo sólo en el fin de semana: viernes, sábado, y todo termina en la eucaristía dominical. Veo un cambio en sus caras, no tengo que oírlo de ellos, veo el cambio en sus rostros.
Tras muchos años, tras cientos de estos talleres, que he llevado a cabo, yo mismo ya me sonrío en el espíritu… pues me veo en cada nuevo encuentro otra vez intrigado por Dios y así me digo: Bueno, Señor, ¿y esta vez qué? ¿Saldrá bien o no? ¿Cuáles serán los efectos? ¿Cómo ha ido?
Como director eres líder para esta gente. Esto es un hilo conductor muy importante que me acompaña personalmente y a muchos otros hombres del tiempo actual: el hombre como líder, aquel que dirige, que ayuda a crecer a otros. ¿Lo ves así en tu trabajo?
¡Un director tiene que ser un líder! El director que no sea líder no focaliza en si ciertas características, y le será difícil dirigir. Por eso precisamente el trabajo de un director es muy difícil.
Yo me veo de modo cómodo teniendo esta experiencia en la Iglesia. Entiendo que tengo conmigo hermanos y hermanas. Es decir, me doy cuenta de que para mí, como líder, para acompañarlos, la clave es amarlos. Tengo que amarlos. ¿Qué significa para mí de modo tan concreto? Por ejemplo, tengo, con cierta humildad y cierto respeto, que acercarme también a aquellos que tienen menos habilidades.
Se lleva a cabo algo muy profundo y espiritual. Incluso no hay que decirlo ni definirlo. Sucede que alguien ve de repente que se le respeta como persona. Es decir, esta identidad no está en sus habilidades. Las habilidades son fruto de su identidad como persona. Y toda persona, con la que nos encontramos, es completamente diferente. Cada uno con el que nos encontramos tiene algo irrepetible, que Dios expresa en él, algo que nunca yo voy a tener. El arte de mis acciones, lo que es generalmente el pensamiento de la Iglesia, consiste en que como comunidad de hermanos y hermanas nos ayudemos mutuamente a descubrir qué es, cual es el don personal. Y esto se realiza de modo bello en estas actividades artísticas.
Tenemos que enseñar a elegir. Elegir aquello que es verdaderamente importante y esencial para nosotros. Debemos tener algún objetivo. El hombre ha de tener algún objetivo hacia el cual aspirar.
Muchos objetivos. Y diversos. Dependiendo de si su hacer está referido a la familia, al matrimonio, la comunidad, la vida en la Iglesia… ¡estos objetivos son diferentes! Es a menudo una cuestión amplia. Pienso, sin embargo, que la clave para el hombre creyente es ser auténtico. Una vez escuché una frase que me dijeron (no sé si puede decirse). La escuché cuando dirigía una reflexión en forma de pseudo-conferencia. Lo tomo como un cumplido. Muy curiosa, nadie nunca me había dicho esto antes. Lo escuché de este hombre y tiene un significado valioso. Este hombre me agradeció la conferencia y se alegró mucho de que yo no estuviera poseído. Y esto me extrañó… Me di cuenta, ya pasado algún tiempo, de que hay algo en eso. ¡El hombre no puede estar poseído! Esto quiere decir que, para entenderlo bien, pienso que tiene que sentir en él que el cielo se une con la tierra.
Un hombre normal. No uno idealizado. Solo una persona que muestra que incluso en la realidad no ideal, en la cual funciona, queda un lugar para que Dios actúe. Aquí san Pablo vuelve a nosotros: permitir que Cristo viva en mío. Hacer sólo esto. Y en esto ser auténtico. Esto es arte. No caer en un despegue mal entendido.
Entonces, me parece que así un hombre es garantía de autenticidad, verdad y seguridad.
Resumiendo de alguna manera nuestra conversación… Pienso que hay que subrayar que se ha de intentar, rezar, guiar diversas actividades, encuentros, conversaciones, para que tengamos verdaderamente hombres que crean con profundidad. Tras esto va una advertencia: ¡Atención, atención! Pues a veces sucede que los hombres tienen cierto problema para funcionar en la Iglesia. De igual manera sucede en el espacio musical.
Pero así nacen los hombres, los guerreros de Dios, en el muy buen sentido de la palabra. Aquellos que verdaderamente con todas sus fuerzas cambian la realidad en torno a sí. Ellos no han de tener grandes despegues espirituales, hacer milagros, dirigir algunas actividades espectaculares. Cuando se convencen y experimentan, entonces comienza a vivir en ellos Cristo, y los empuja de tal manera que viven de modo normal, pero la fuerza de su obrar es increíble. Pienso que esto es lo que hay que desearse. Y, por cierto, yo mismo tengo que deseármelo y creer en que los hombres tendrán el valor de igualar a las mujeres en las estructuras musicales de la Iglesia.
Y esperamos que así suceda. A todos los que queráis uniros a los equipos musicales en Polonia (y no sólo), os invitamos. Muchas gracias, Hubert, por la conversación y por tantas reflexiones valiosas. ¡Te deseo ánimo!
Gracias.
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