La Humildad

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La Humildad

D: ¿Qué significa “ser humilde”?

T: Significa reconocer tu nada, esperarlo todo de Dios, como el niño pequeño espera todo de su padre, sin preocuparse de nada.

D: Sé qué es sentir esa nada. Sé que ante Dios todopoderoso soy tan pequeña e insignificante. Sólo que es difícil continuamente dejar de preocuparse. Escuela, casa, familia… Después de todo, pueden ocurrir tantas cosas malas. Además, una y otra vez cometo muchos errores y, a menudo, tropiezo en la búsqueda del camino de Dios.

T: “Siendo humildes continuamente tenemos el derecho de hacer pequeñas tonterías hasta que muramos, sin ofender a Dios. Mira los niños pequeños, como, amando mucho a sus padres, no dejan de lastimarse, herirse, caer…  Cayendo como un niño toco precisamente mi nada y debilidad. Entonces ¿Qué ocurriría conmigo si confiara en mis propias fuerzas, tan frágiles?”

D: Es decir, sin Dios será aún más difícil. Bueno, vale, lo entiendo. Sólo que esta humildad la asocio a la resignación de toda mi vida y mis pasiones.

T: “Toda alma posee la libertad de responder a la invitación de nuestro Dios; puede hacer por Él poco o mucho; en una palabra, tiene la capacidad de elegir entre los sacrificios que Él pide. Todo depende de tu propia disposición. Dios adapta las experiencias a las fuerzas que nos da”.

D: ¿De veras es así como dices? Mirándote veo a alguien que puede ofrecer a Dios mucho. Quizás no sea capaz de servirle como tú.

T: Para nada he ofrecido mucho a Dios. Al contrario, “soy un alma pequeña, que puede ofrecer a Dios sólo cosas pequeñas, y esto a menudo me hace perder la ocasión de estos pequeños sacrificios que dan tanta paz al alma; sin embargo, esto no me desanima, acepto poseer un poco menos de paz e intento estar más atenta en el futuro”. Esto es todo.

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