Continuando la herencia de san Alfonso – La Academia Alfonsiana.
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COMUNIDAD ABIERTA. Raíces: Continuando la herencia de san Alfonso – La Academia Alfonsiana.
P. Alfonso V. Amarante: El nacimiento de la Academia y su significado para la Iglesia de hoy.
Bienvenidos a la Academia Alfonsiana. Antes de entrar en esta estructura formativa, conocida en todo el mundo como el centro universal de la teología moral, permitidme compartir con vosotros un poco de historia, un momento para haceros entender un poco mejor cómo nació.
El fundador de los misioneros redentoristas, san Alfonso María de Ligorio, además de ser un jurista insigne, fue uno de los moralistas más grandes del siglo XVIII; tanto es así, que en 1871 sería declarado doctor de la Iglesia, pues por su sabiduría teológica, con su propuesta equilibrada en teología moral y espiritual se le consideró el verdadero vencedor contra el jansenismo. Los redentoristas, ya después de la proclamación de Alfonso de Liguori como doctor, comienzan a soñar la posibilidad de abrir una escuela donde hacer teología moral. En el capítulo del 1890-1891 se establece que es necesario fundar esta escuela para formar a futuros profesores redentoristas en teología moral. Después de unos años, exactamente en 1910, nace en Roma, en Vía Merulana, donde está la sede del gobierno general de los misioneros redentoristas, esta nueva escuela teológica; sin embargo, tras aproximadamente un año se cerrará a causa de las restricciones económicas, y otras muchas causas, sobre todo, porque ya se atisbaba la Gran Guerra, o la Primera Guerra Mundial. Pero el sueño no murió. El sueño continuaba.
La Academia Alfonsiana finalmente consigue nacer, después de este primer intento del 1910-1911, en el 1949 gracias al Superior General Leonardo Buys, el cual fue profesor de teología moral. El quiso traer aquí, a Roma, a los mejores profesores de teología, surgiendo así el primer núcleo de la naciente Academia Alfonsiana: el padre Häring, el padre Capone, el padre Alfons Humber, y muchos otros. ¿Qué hace este Superior General? Toma de diferentes estudiantados que están dispersos por el orbe a los mejores docentes de teología moral y los concentra en Roma. Así, en 1949 nace oficialmente la escuela de teología moral de los redentoristas. Pero todavía es una escuela interna, que será reconocida como tal en 1953-1954 por la Congregación de Religiosos. En vísperas del Concilio Vaticano II, exactamente en 1960, la escuela interna de teología moral de los redentoristas se verá elevada a Instituto Superior de teología moral para toda la Iglesia universal, incorporándola dentro de la Pontificia Universidad Lateranense. ¿Qué significó esta incorporación dentro de una universidad pontificia? Podríamos traducirlo de este modo: La Iglesia universal, dándose cuenta de la altísima calidad teológica de la enseñanza de los redentoristas, toma este instituto, que todavía es interno, y lo eleva al servicio de la Iglesia. Desde este momento, la Academia depende directamente de la Congregación para la Educación Católica, esto es que esta misión redentorista, soñada por los redentoristas, se convierte en patrimonio de la Iglesia Universal. Hace algunos años, exactamente hace dos años, hemos celebrado los setenta años de su nacimiento. Setenta años que han sido riquísimos, setenta años que han visto a nuestros predecesores colaborar activamente durante los trabajos del Concilio Vaticano II como peritos; los profesores que han venido después, la así llamada segunda generación, trabajan, y continúan trabajando, dentro de tantas comisiones del Vaticano, pero, al mismo tiempo, es una comunidad que ha tenido la alegría hasta hoy de formar a más de cinco mil estudiantes provenientes de los cinco continentes. Entre estos cinco mil, cerca de 150 son obispos, de los cuales dos son cardenales. Verdaderamente nosotros, como redentoristas, tenemos que estar orgullosos, porque la propuesta teológica moral, vislumbrada y trabajada por san Alfonso, después soñada en diferentes Capítulos, hoy tiene una nueva vitalidad. De hecho, en la Academia se hace una teología moral que busca la verdad, sobre todo como respuesta a las exigencias pastorales.
En estas décadas de camino (ya tenemos 72 años de historia), hemos tenido entre los docentes, entre los estudiantes, grandes nombres. No podemos negar que al mismo tiempo somos vistos un poco por todos con orgullo. Pero ¿por qué este orgullo? Porque estudiar teología moral en la Academia Alfonsiana significa, sobre todo, hacer una opción clara por una Iglesia en salida, al servicio de aquellos que quieren de veras ponerse al servicio del Pueblo de Dios.
Y ahora, me gustaría invitaros a hacer un recorrido por la Academia Alfonsiana, no tanto por la estructura, sino por el pensamiento que se respira. El primer docente que os hablará es el profesor Martin MacKeever, irlandés de nacimiento, el cual ha estudiado teología moral en nuestro instituto, del cual ha sido después presidente, y hoy es uno de nuestros docentes. El segundo profesor que os hablará es el profesor Aristide Gnada, que proviene de Burkina Faso, quien ha trabajado un pensamiento teológico propio particular, muy singular, sobre el don. El tercer profesor viene de Sri Lanka, de Asia, es el profesor Tirimanna, el cual os hablará de la tradición moral alfonsiana, y de su fecundidad todavía hoy, como respuesta a las exigencias pastorales. Y por último, el docente que os hablará será el profesor Andrea Wodka, de origen polaco, el cual ha sido presidente, profesor de teología bíblica en nuestro instituto, y hoy es presidente de AVEPRO; él os hablará del gran papel de la conciencia y, sobre todo, cómo esta conciencia debe ser receptiva y ser vivida en reciprocidad.
P. Martin McKeever: La vocación del teólogo moralista: de estudiante de teología moral a docente.
Para mí, la vida académica es una vocación dentro de la vocación, esto es, cada uno de nosotros se hace sacerdote, porque ve a los sacerdotes trabajando, rezando, y cada uno piensa: “yo podría llevar esta vida, podría ser feliz como sacerdote”. Y lo mismo ocurre con la vocación en el interior de la vocación sacerdotal, con la vida académica, la vocación a la vida académica. Yo he tenido la suerte de conocer a varios profesores redentoristas aquí, en la Academia Alfonsiana, cuando yo estudiaba aquí (hace 30 años) y tengo que decir que he tenido precisamente esta experiencia. Su entusiasmo, su honestidad intelectual, su dedicación me han inspirado, tuve efectivamente la idea, la convicción, de que ésta podría ser una vida para mí.
Y gracias a Dios así ha sido: después de haber hecho el doctorado aquí, y de haber enseñado en Irlanda (mi país) durante 5 años, volví aquí como profesor hace 23 años. La vida aquí no es fácil, siempre está llena de trabajo, pero debo decir que he tenido aquí una vida muy serena, muy feliz, muy plena. Creo que el secreto para la vida académica es la pasión. Uno debe tener pasión por la verdad, y esta pasión se siente leyendo, escribiendo, y se siente sobre todo enseñando, o mejor hay que decir que los estudiantes sienten esta pasión; cuando un profesor enseña con pasión, es contagioso. Los estudiantes lo dicen, incluso entre ellos, hay más debates, más animación y la atmósfera es más positiva.
El último aspecto de mi vida aquí, en la vida académica, que me gustaría comentar un poco, es la dirección de las tesis, sobre todo de los doctorados. Este es un momento muy importante en la vida de un estudiante, es el final de su vida como estudiante. Tiene que escribir 250-300 páginas y mi trabajo, y el de mis compañeros, es dirigir estas tesis, y tengo que decir que es un momento de gran satisfacción, de trabajo, es verdad, pero la experiencia de acompañar a un joven sacerdote en este ejercicio académico es una de las grandes satisfacciones de mi vida.
Entonces, en conclusión, si alguno siente esta pasión, puede que esta vida sea para ti. Gracias.
P. Aristide Gnada: ¿Cómo nace la búsqueda de un tema moral como el don?
La búsqueda del tema del don en teología moral nació de una intuición fundamental ante las cuestiones éticas y antropológicas.
Hoy en día, el hombre quiere ser convencido por un argumento capaz de hacerle entender el porqué de su acción. Esta argumentación puede consistir en indicar y explicar la raíz de la verdad moral en la verdad ontológica de la persona. El teólogo moralista debe, por tanto, indagar en la experiencia humana originaria, fundamental y universal para poder encontrar aquella realidad universalmente reconocida como básica para la existencia humana, mediante la cual es posible alcanzar los corazones de todos los hombres. Al tratarse de una experiencia originaria, fundamental y universal, el don contiene en sí estas características.
El ser humano está, de hecho, inmerso en la realidad del don; su existencia está fundada sobre la verdad del don y está estructurada en la alternancia “recibir-donar”. La vida moral resulta así inseparable de la ley del don como expresión de la finalidad, de los derechos y de los deberes del hombre, y como respuesta a sus inclinaciones naturales: vida, fecundidad y sociabilidad. Igualmente se puede decir que cualquiera que esté en plena posesión de sus propias facultades y siga la ley del don puede llevar una buena vida. La misma lógica del don incluye el bien que es posible hacer, y excluye el mal que ha de evitarse. De aquí la propuesta del don como principio del obrar moral y de la teología moral que, según Veritatis Splendor, es una reflexión teológica que se refiere a “el bien y el mal de los actos humanos y de la persona que los realiza”.
El don como principio del obrar moral indica el sentido ontológico de la libertad del hombre, el cual, como afirma Juan Pablo II en el número 38 de la Centesimus annus, “el hombre es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado”. Indica el sentido ético de la libertad humana como capacidad de don que se manifiesta en el recibir y en el donar, expresando así la humanidad del hombre. De hecho, como afirma el Concilio Vaticano II en el número 24 de la Gaudium et spes, el hombre “no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo”. El don como principio de la teología moral permite reflexionar sobre la moralidad partiendo del hombre como un ser-de-don creado a imagen de Dios; permite también reflexionar sobre la moralidad a la luz de la revelación cristiana de Dios como Amor absoluto, infinito y eterno, cuyo obrar intratrinitario, creativo y redentor es un obrar el don.
P. Vimal Tirimanna: Enseñar moral alfonsiana en nuestro tiempo.
San Alfonso María de Ligorio fue declarado patrón oficial de los moralistas católicos en el 1950, es decir, hace 70 años. En otras palabras, la moral de San Alfonso es considerada por la Iglesia oficial como el modelo de moral católica. Como bien sabemos, en su tiempo, él había trazado una vía media entre dos extremos: el rigorismo y el laxismo. Así, Alfonso indicó la vía justa para la moral católica que ha de seguirse para salvar las almas. También en el mundo de hoy, tenemos un contexto rodeado por estos dos extremos que existían en el tiempo de Alfonso. ¡También dentro de la Iglesia católica hay rigoristas y laxistas en la teología moral! Por esto, es importantísimo seguir la vía media indicada por el Santo. Esto es una obligación para los redentoristas que han dedicado su vida a la teología moral, ya sea como profesores o como investigadores.
Aquí, en Roma, la Academia Alfonsiana se ha dedicado a lograr este propósito específico, como dicen nuestras constituciones. Es nuestra especialidad, es decir, el Alfonsianum de Roma existe sólo por este motivo. Hay muchas universidades eclesiales en Roma plenamente dedicadas al estudio de la teología moral, pero sólo nosotros, redentoristas en el Alfonsiano, somos llamados exclusivamente a dedicarnos a promover una moral siguiendo las líneas dadas por nuestro fundador, siempre en sintonía con el Magisterio de la Iglesia. Por tanto, no es una cuestión de enseñar cualquier moral, o una moral especulativa, o una moral filosófica sobre las nubes, sino que es una cuestión de promover una moral que salva a las almas, de modo particular las almas de aquellos que están marginados, bien por la sociedad secular, bien por la Iglesia. Esto quiere decir que la moral alfonsiana no es una moral deductiva o matemática, hecha desde un escritorio, sino una moral que escucha a las personas que le rodean en las diversas circunstancias en el campo pastoral.
P. Andrea S. Wodka: La Academia Alfonsiana al servicio de la Iglesia y de las conciencias
Me uno a lo que acaban de decir los compañeros docentes para presentar la Academia como un servicio dirigido al mundo entero de las conciencias humanas y a la misma Iglesia.
La Iglesia es, sobre todo, la “familia de Dios sobre la tierra” y el compañero de calle de cada hombre… La tarea de la Academia consiste en:
1) Conservar el “patrimonio” de la misericordia que redime.
La memoria viva de la redención es sobre todo la vida cristiana. Para nosotros se estructura también como una teología, marcada por la benignidad típica de san Alfonso Ligorio.
Para san Alfonso, el hombre aparece como un “sueño” de Dios, de hecho: un “paraíso” que Dios quiere encontrar por sí mismo en el corazón del hombre.
Sirviendo a la Iglesia, nos sentimos por ello con la obligación de desarrollar el enfoque misericordioso de san Alfonso y volverlo a proponer a las generaciones humanas sucesivas.
2) Desarrollar el gran patrimonio del Vaticano II.
Quería una teología moral “más nutrida de la doctrina de la Sagrada Escritura” y capaz de ilustrar “la grandeza de la vocación de los fieles en Cristo y su obligación de dar fruto en caridad para la vida del mundo”. La vida moral no es, por tanto, una vida de “subyugados” con conciencia “oprimida” por las normas externas, sino una altísima llamada a ser y vivir como Hijos en Cristo.
3) Ayudar a la comunidad eclesial en sus conversiones.
Para nosotros, hoy, las salidas hacia las periferias del mundo humano son:
– Misionera: ofrecer la alegría del Evangelio
– Terapéutica: ser como un hospital de campaña que ofrece el bálsamo de la misericordia para las heridas humanas, y
– Ecológica: donde la creación comienza a revelar la presencia de Dios detrás de todas las cosas, interconectadas entre ellas en el mutuo servicio a la vida.
Sin embargo, hablando del SERVICIO a las CONCIENCIAS debo añadir que:
1) La conciencia nunca debe ser tratada como un simple “órgano”, casi un “mecanismo” que aplica inflexiblemente los principios éticos a las circunstancias de la vida
La conciencia es, sobre todo, la intimidad profunda de la persona que se abre como un “espacio de diálogo”. Es un santuario, donde la persona humana, en el diálogo confiado con su creador, se encuentra en el interior de su “designio de amor” y asume, como decíamos, su “altísima llamada”: aquella de ser en Cristo la nueva creación, en libertad y en fidelidad.
Por esto, la obediencia cristiana a la “ley”, allí se vive como conformación a la “ley de Cristo” y a la “ley del Espíritu”. ¡Son “leyes personales” y no códigos!
2) Para esto sirve el “discernimiento”: búsqueda constante y a menudo dolorosa del verdadero bien de la persona, en las circunstancias no solo imprevisibles, sino también innumerables y complejas, que a menudo aparecen como contradictorias.
3) Aquí la Academia Alfonsiana expone siempre más bien la “axiología”. Es el mundo de los valores que Dios nos propone vivir en el Amor, pero sin quitar la fragilidad creatural y sin culpabilizarla: es un espacio de libertad que se juega en el límite y también en las llagas que derraman lágrimas.
4) Bajo este aspecto, la Academia está llamada a promover los mejores tratamientos para los males que oprimen a la humanidad. Esto lo hace la Academia hoy de dos modos particulares:
– Uniéndose a cada esfuerzo de la humanidad con la red de la “reciprocidad de las conciencias”, esto es, recurriendo a los mejores descubrimientos de las ciencias humanas y a las propuestas más eficaces hacia el desarrollo solidario de nuestro planeta (hablo de interdisciplinariedad y de transdisciplinariedad).
– Acogiendo los nuevos reclamos de la humanidad. El papa Francisco nos ha explicitado algunos, los más urgentes. Uno de ellos, un poco sorprendente, lo encontramos en la Constitución apostólica Veritatis Gaudium, donde el papa escribe:
“En este tiempo, la teología también debe hacerse cargo de los conflictos: no sólo de los que experimentamos dentro de la Iglesia, sino también de los que afectan a todo el mundo. Se trata de aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso, adquiriendo «un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida”.
Aquí, la Academia Alfonsiana recupera como positiva la dimensión de la vulnerabilidad: se trata de seguir a Cristo en su saber gastarse como Don, dejarse partir como el pan, estar disponible para las heridas si es necesario, o para recuperar seres queridos y reconciliar a todos.
Entonces: “el hospital de campaña”, si, sabiendo “mancharse las manos” con el barro de la calle, sí, pero para acompañar-acoger, escuchar-medicar, integrar a todos en la felicidad del designio de Dios y en su Casa, en la que todos estamos.
Esto para ofrecer al mundo la alegría del Evangelio y la abundancia de una vida feliz, prometida por Jesús.
P. Alfonso V. Amarante: presidente y profesor de la Academia Alfonsiana
Permitidme una última palabra de conclusión, una palabra de agradecimiento para aquellos que nos han precedido, a aquellos que todavía hoy comparten con nosotros este camino; una palabra de agradecimiento a toda la Congregación de los misioneros redentoristas que creen en esta estructura formativa, invirtiendo recursos humanos y económicos. Pero, sobre todo, un agradecimiento a todos los obispos del mundo, a todos los superiores religiosos del mundo, a los rectores de los seminarios que siguen mandando a sus estudiantes aquí, a la Academia Alfonsiana, porque saben qué formación ofrecemos, la cual, además de ser de un nivel formativo altísimo, de alta calidad, es una formación concreta, que parte de la escucha, de la experiencia del Pueblo de Dios, con el Pueblo de Dios, en fidelidad al Magisterio, buscando dar respuestas para nuestro tiempo.
Gracias y os invito a seguirme por la Academia.
Autores: p. Alfonso Amarante CSsR; p. Martin McKeever CSsR; p. Aristide Gnada CSsR; p. Vimal Tirimanna CSsR; p. Andrzej Wodka CSsR
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