Fuente y Cumbre #5 – Liturgia de la Palabra
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Fuente y Cumbre #5 – Liturgia de la Palabra
Saludos a todos, aquí tenemos el siguiente episodio del misterio de la Eucaristía. Mirad que en este momento me encuentro en el ambón. El altar, el ambón, la sede. Ahora nos dirigimos a esta gran parte de la misa, que llamamos Liturgia de la Palabra.
El sacerdote, desde el ambón, proclama el Evangelio. Antes, los creyentes (lectores, cantores… leen la primera lectura, el salmo responsorial, la segunda lectura y, finalmente, está el Evangelio. La Liturgia de la Palabra tiene una significación increíblemente importante. Mirad, es muy importante ser conscientes de que en el ambón descansa el libro de la vida, la Sagrada Escritura. El leccionario, que constituye un extracto de textos de la Sagrada Escritura. La lectura bíblica hoy, tras la reforma del Concilio Vaticano II, es muy rica. En el transcurso de los siguientes años, leemos con paciencia la Palabra de Dios dirigida a nosotros. Sabemos que la Palabra de Dios, o sea, la Sagrada Escritura, es una carta de amor de Dios para nosotros. Queremos escuchar a Dios, queremos abrir nuestros oídos a la escucha de su Palabra. En este momento, los creyentes en la iglesia y el presbiterio adoptan una postura sentada para escuchar atentamente la lectura e la palabra. Es muy importante recordar esta antigua regla cristiana, que dice así: La Palabra de Dios, que lees, que escuchas, te habla a ti y sobre ti. Mirad, nosotros a veces tendemos a pensar, escuchando la palabra de Dios, sobre otros, y eso no está bien. Comencemos a escuchar la Palabra como Palabra que Dios me dirige a mí hoy, concretamente en esta historia de mi vida, aquí donde estoy ahora con mis experiencias, enfermedades, sufrimientos, estos u otros problemas, con las alegrías de nuestra vida me acerco a Dios y quiero escucharle, pues la Palabra de Dios responde a mis angustias, a mis problemas, pero también me ayuda a vivir la alegría en mi vida. Es muy importante que realmente escuchemos con atención la Palabra de Dios. Hoy sabemos que tenemos problemas para escucharnos unos a otros. Hoy estamos muy distraídos, tenemos en la cabeza muchas teorías, diferentes cosas que circulan por nuestra cabeza. ¿Somos capaces de hacer silencio? ¿Somos capaces de escuchar, en medio del ruido de los medios y el mundo, la voz de Dios? Es posible, pero hay que concentrarse, hay que escuchar atentamente a lo que Dios nos dice. En esta lectura bíblica propuesta para los domingos, escuchamos tres lecturas. La primera lectura, la segunda lectura y, finalmente, el Evangelio. Mirad que para el Evangelio todos nos levantamos y escuchamos la palabra del mismo Cristo, nos ponemos firmes, como soldaos, pues aquí nos habla Cristo, nuestro Señor, en quien creemos, con quien caminamos en nuestra vida. Escuchamos de pie las palabras de Cristo, pues el Señor nos habla a nosotros. Es importante, por supuesto, como hace poco decía el papa Francisco, elegir buenos lectores para leer la Palabra de Dios. No puede ser simplemente una persona aleatoria que se acerque al ambón y lea, y a veces no consigue leer bien. Es importante elegir lectores, cuidar los lectores en la parroquia, para que haya tantos como sea posible, preparar los para esta tarea, porque el lenguaje bíblico no es un lenguaje fácil, es un lenguaje que se aleja de este idioma cotidiano como el que se escucha en nuestras casas, en nuestras familias. Por eso, es bueno si en nuestras parroquias hay lectores preparados, que realmente lean la palabra con atención y comprensión. Entre las lecturas está el salmo responsorial. Este salmo, por regla general, debe ser cantado. Incluso cuando a veces ocurre que este salmo es recitado, la Introducción General del Misal Romano sugiere que, al menos, la antífona del salmo se cante, y el resto puede recitarse, pues también es Palabra de Dios, es meditación de la palabra, la cual ha de ayudarnos a vivir mejor, más fructíferamente, esta parte de la misa. Todavía una consideración muy importante tocante a la lectura del libro del Evangelio, o en general de la lectura de la Palabra de Dios: De modo hermoso dijo el papa Francisco, en sus catequesis eucarísticas, que la Palabra de Dios, que escuchamos, recorre un camino seguro. Al principio escuchamos la palabra con los oídos. De los oídos la palabra va al corazón. Del corazón va a nuestras manos. Es decir, la palabra no está para que simplemente se quede en nuestro corazón y ahí termine su camino. La palabra tiene que conducirnos a obras concretas, a actitudes. Nosotros, que escuchamos la Palabra de Dios, no podemos volver del mismo modo a casa. ¿Por qué? Porque hemos escuchado la Palabra de Dios. En las antiguas iglesias y basílicas romanas, se puede encontrar, o ver, algunas veces, para la lectura bíblica, el lector, diácono o presbítero, subía al ambón por unas escaleras. Para la lectura del Evangelio subían el diácono o el sacerdote, pues esta función está reservada para ellos. Por entonces, por su puesto, no había micrófonos. El ambón estaba colocado intencionadamente más alto, para que los oyentes pudieran escuchar bien la palabra pero, tras la lectura del Evangelio, tras besar el Evangeliario, los lectores bajaban por una escalera diferente. Esto era un símbolo de que, ahora que he escuchado a Jesús, ya no puedo volver por el mismo camino, tengo que ir por otro que me propone el Evangelio de hoy. Amigos, es bueno que nos comprometamos a escuchar la palabra. Sabemos que el papa Francisco este año anunció que el tercer domingo del tiempo ordinario sería, en toda la Iglesia Universal, el Domingo de la Palabra de Dios. En la iglesia polaca habíamos vivido no hacía mucho el Domingo Bíblico, pero el papa Francisco, para toda la Iglesia, anunció este Domingo de la Palabra de Dios. ¿Para qué? Para llamar la atención sobre lo importante que es la Palabra de Dios dirigida a nosotros cada día. Mirad lo a menudo que Francisco, sirviéndose del limosnero pontificio, el sacerdote cardenal Konrad Krajewski, reiteradamente, en la plaza de San Pedro, ha repartido ejemplares del Evangelio. ¿Para qué? Para que cada uno pueda llevar ese Evangelio en sus bolsillos y pueda leerlo. El papa Francisco, en esta carta anunciando el tercer domingo ordinario como el de la Palabra de Dios, dice: queridos, jóvenes, ancianos, descárguense en sus teléfonos móviles, en sus smartphones, la aplicación de la Palabra de Dios, de la Sagrada Escritura, para que puedan leerla. Ya vayas en tranvía, en metro, en autobús… lee la Palabra, pues así dice Francisco, si cada día lees la palabra de Dios, ésta, tarde o temprano, te cambiará. Pero es necesario creer que esta palabra nos puede cambiar. Por supuesto, os invito calurosamente a ello. Os invito a que, antes de ir a misa, veáis los textos bíblicos, escuchéis estos textos. Entonces, de un modo completamente diferente (espero que de modo completamente diferente), escucharemos esta Palabra en las iglesias, y así esta palabra realmente nos cambia. Os animo a ello.
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