Fuente y Cumbre #3 – Saludo

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Fuente y Cumbre #3 – Saludo

 

Amigos, antes nosotros está el siguiente momento importante de la misa. Tras acercarse al presbiterio, el sacerdote saluda en un principio al altar y lo hace de una manera muy excepcional: lo besa.

Nosotros a menudo besamos cosas valiosas, importantes en nuestra vida. Besamos personas, objetos, que tienen un vínculo con nuestra historia, con nuestra vida y con personas que son importantes para nosotros. Besamos el altar porque aquí hacemos presente el Santísimo Sacrificio, al Dios Padre de Jesucristo, Salvador del mundo. Por esto, este lugar es para nosotros, creyentes católicos, tan valioso, tan importante, tan esencial, que merece la pena llamar la atención sobre él. Sobre todo vosotros, que os sentáis en los bancos, veis que el sacerdote lleva a cabo este gesto con gran respeto y dignidad. A continuación, si es una misa solemne, el sacerdote puede incensar el altar, este lugar santo. Repetidamente hemos visto en nuestras parroquias y templos la incensación del altar. El sacerdote inciensa el altar y la cruz, ya que nos recuerda a Jesucristo, que murió por nuestra salvación. Tras este saludo al altar, después del beso y el incienso, la misa comienza con el gesto que tan bien conocemos: la señal de la cruz, llevada a cabo en nuestro pecho. Mirad: comenzamos la liturgia de la misa con la cruz, con el saludo a Dios Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Es muy importante que hagamos este gesto de manera expresa, pues los gestos hablan por el hombre. Muéstrame como haces un gesto y te diré qué clase de persona eres: si crees en aquello que haces con este gesto que realizas. Cuidar el gesto es muy importante. Comenzamos la santa misa con las palabras: “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Como si fuéramos bautizados. Os pido que siempre, cuando comencéis cualquier oración (ya sea en casa, o yendo por la calle, o estando en la iglesia, o en misa), hagáis este gesto muy expresa y sugestivamente, como si en este gesto realmente se escondiera vuestra fe y vuestro convencimiento. Después del gesto e la cruz, el sacerdote nos saluda a todos los congregados en el templo con un saludo bíblico. Tenemos diferentes formas de ello, la más conocida, usada a menudo, es “El Señor esté con vosotros” o “El amor de Dios Padre, la gracia de nuestro Señor Jesucristo y la comunión del Espíritu Santo esté con todos vosotros”, u otro saludo. Cuando en la congregación litúrgica hay un obispo, él saluda a los fieles con otra fórmula: “La paz con vosotros”. Pienso que merece la pena ser conscientes de que el mismo Dios quiere saludarnos aquí a los congregados.

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