San Gerardo Mayela – la fe es vida, ¡pero la vida es fe!

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Comunidad de conversión y testimonio
Testimonio: San Gerardo Mayela – la fe es vida, ¡pero la vida es fe!

 

¡Bienvenidos!

Nos encontramos en Italia, en Materdomini, ante la tumba de san Gerardo Mayela, en la basílica dedicada a él y a la Madre de Dios. Junto a esta Iglesia, San Alfonso María de Ligorio, en el 1748, comenzó la construcción de un convento para sus misioneros.

Precisamente en este lugar, San Gerardo sirvió a la Congregación del Santísimo Redentor como hermano coadjutor.

San Gerardo es un santo cuya vida maravillosa está salpicada de prodigios y gracias de Dios.

“Para mí la vida es fe y la fe para mí es vida” repetía a menudo Gerardo, y fue justo así como vivió desde los primeros días de su existencia.

Un alma humilde imbuida de caridad, misericordia hacia el prójimo y fe inquebrantable.

Su breve vida terrena la llenaron sus cuatro grandes amores: Jesús Eucaristía, Jesús Crucificado, la Virgen y la gente pobre.

Se distinguió por el celo apostólico, la paciencia en la enfermedad, la caridad para con los pobres, la heroica obediencia, las duras penitencias y la oración constante.

Nos dirigimos ahora al museo dedicado a él, junto a la que fue su habitación, donde recorreremos brevemente las etapas fundamentales de su vida.

 

Gerardo nació el 6 de abril de 1726 en Muro Lucano, un pequeño pueblo pobre del sur de Italia, hijo de Domenico Mayela y Benedetta Galella.

Fue el menor de 4 hijos, tuvo una infancia difícil. La pobreza era la única cosa que no faltaba en su casa, y cuando faltaba lo necesario, él iba a refugiarse a la capilla de la Virgen de Capodigiano, donde jugaba con el Niño Jesús, que le daba un panecillo blanco para alimentarlo.

Un simple niño, y ya ardía en deseos de recibir a Jesús Eucaristía, así de pequeño, pero ya con una fe tan grande… Tanto que fue san Miguel Arcángel el que le dio la primera comunión.

Tras una misión redentorista en su pueblo, Gerardo solicita entrar en la congregación fundada por san Alfonso. Tenía 22 años.

Frágil y de débil salud, Gerardo no parecía adecuado para una vida difícil como era la de aquellos primeros misioneros; sin embargo, consiguió afrontar todo con gran fuerza y determinación.

Gerardo dirigió su vida bajo esta máxima: “Amar mucho a Dios, unido siempre a Dios. Hacer todo por Dios. Amar todo por Dios. Conformarme siempre a su santa voluntad. Sufrir mucho por Dios. Es una pena infinita sufrir y no hacerlo por Dios. Sufrirlo todo y sufrirlo por Dios es nada”.

Escribió numerosas cartas de dirección espiritual y un “reglamento de vida”.

El Señor le agració con carismas como: la PROFECÍA, la INTELIGENCIA DE LOS CORAZONES y el DON DE LOS MILAGROS. Hizo muchísimos en vida, ¡y sigue haciéndolos todavía hoy!

Los humildes y pobres lo reconocerían como su santo protector, incluso antes de su muerte: en la portería de este convento, de hecho, alimentaba a mucha gente pobre y curó los corazones, incluso antes que los cuerpos, de muchos pobres necesitados.

Murió aquí, en Materdomini, por la tuberculosis, tras un gran sufrimiento. En la noche del 15 al 16 de octubre de 1755, con sólo 29 años.

 

Proclamado santo el 11 de diciembre de 1904, san Gerardo es invocado en todo el mundo como el protector de las parturientas, de las madres y de los pequeños, por los que mostró especial predilección en vida, y a los que continúa protegiendo desde el Paraíso con sus muchas intercesiones.

Con este propósito, nos encontramos en un lugar particularmente sugerente del Santuario: ¡la sala de las guirnaldas! Ahora os explico el vínculo que las madres y los niños tienen con nuestro santo.

Cuando un niño viene al mundo, para celebrarlo, es tradición preparar una guirnalda, que se colgará como signo de felicidad.

Pues bien, todas estas guirnaldas que veis expuestas en esta sala han sido donadas a San Gerardo por los padres que han querido agradecerle el haber protegido a la madre y al niño durante el parto, o por haberles regalado la alegría de ser padres después de tantas dificultades.

Son tantas las parejas en todo el mundo que cuentan haber tenido cerca a Gerardo durante el periodo del embarazo y del parto, que muchos niños llevan su nombre como signo de eterna devoción.

 

Todavía hoy muchos peregrinos se acercan a Materdomini para rezar ante su tumba en esta iglesia dedicada a él.

Son muchos los fieles que visitan su Santuario para agradecer al humilde hermano protector de las madres y de los niños por una gracia recibida, o sencillamente para encontrar un poco de paz y serenidad junto a sus restos.

Y lo sienten cercano al corazón, como un hermano, como un amigo.

San Gerardo se caracteriza sobre todo por la caridad hacia los pobres, también en sus escritos tiene a las personas en el corazón, siempre ha velado por las personas, independientemente de su condición.

Se inventaba cualquier cosa para ir al encuentro de la gente, de los enfermos, de los pobres y hoy en día esto debería ser de gran inspiración para nosotros.

Entrando en las familias, en la vida de los demás, buscó siempre sacar lo mejor de cada uno y llevarlo por el camino de Cristo.

¡San Gerardo nos proteja siempre e interceda por nosotros ante Dios!

 

Autora: Elisa Malanga
Traductor: Carlos A. Diego Gutiérrez, CSsR

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