Mensaje a los Redentoristas «Para hoy»

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Saludos desde Roma, queridos hermanos y hermanas. Es todo un privilegio saludaros a todos lo que veis este video. De modo especial quiero expresar mi gratitud a los estudiantes de Tuchów que me pidieron este mensaje para los redentoristas de hoy. Es realmente importante la palabra Hoy que han puesto al final de esta frase: “un mensaje para los Redentoristas Hoy”. Porque Hoy estamos viviendo en un tiempo especial, y lo que somos como Misioneros Redentoristas tiene que expresarse del modo en que el mundo hoy necesita escuchar. San Alfonso, nuestro fundador, tuvo gran conciencia de esto, cuando los Redentoristas en Pagani hablaban sobre esos dos Norteños que se habían unido a la Congregación: Clemente Hofbauer y Tadeo Hubble, y que se dirigían de vuelta cruzando los Alpes. Esto fue hace 250 años, y se preguntaban qué deberían hacer. Alfonso dijo que, por supuesto, Clemente y Tadeo, yendo al norte de los Alpes, tendrían que vivir la misión redentorista según la realidad, la cultura y el contexto en que se encontraran. No podrán hacer exactamente lo que hacemos en el Sur de Italia… y esto vale para todas las generaciones. Ser un Misionero Redentorista hoy es construir sobre los hombros, el trabajo y el ejemplo de Redentoristas de todas las generaciones. Nuestro Carisma es el mismo. Cómo lo vivimos expresamente hoy tiene que ser adaptado a la realidad del mundo en que vivimos. San Alfonso lo sabía; era un signo claro y profético de esto.

Entonces, ¿qué significa ser redentorista hoy?

En primer lugar, los Redentoristas son Misioneros, esto está claro en nuestras Constituciones y Estatutos. Sólo con mirar a la constitución 55 vemos que todos somos misioneros: sacerdotes, hermanos, estudiantes, novicios, laicos y laicas que trabajan con nosotros en la misión redentorista. No somos predicadores, no somos formadores, no somos párrocos. Somos Misioneros, predicando misiones, trabajando en parroquias, trabajando en la formación, en la educación. Todas estas cosas que hacemos para vivir nuestra Misión conforme a las verdaderas necesidades de la gente y según el discernimiento de la comunidad. Pero somos, ante todo, Misioneros.

¿Qué tenemos que recordar de san Alfonso para que podamos ser verdaderos misioneros en el mundo de hoy en que nos encontramos? San Alfonso puso el énfasis en varios elementos clave, puntos claves que tienen que estar presentes en todo Misionero Redentorista.

Primero de todo, hemos que tener una profunda y creciente relación personal con Jesucristo, nuestro Redentor y nuestro Hermano. Esto debe ser primordial en nuestras vidas; así él nos enseñó que necesitamos un compromiso con la oración diaria, al menos una hora de oración personal, de modo que crezcamos en esta Amistad, relación, para que Dios pueda hablarnos como un amigo habla a otro amigo, citando a san Alfonso. Para que Jesucristo pueda ser el centro de nuestras vidas y nuestra mirada pueda estar fija en Él, y podamos participar de su misión, porque es su misión de Redención a la que estamos llamados.

El Segundo punto que san Alfonso subraya es absolutamente fundamental. Se trata de vivir en comunión cercana y solidaridad con los abandonados y los pobres. Que los abandonados y los pobres, a los que Dios envió a Jesús como Redentor, tienen que estar muy metidos en nuestros corazones. Nuestra relación con Jesucristo se vive también en nuestra comunión y solidaridad con ellos.

En tercer lugar, Alfonso subraya (y esto es verdad en todas las generaciones) que tenemos que vivir en comunión y solidaridad los unos con los otros. Como dice la constitución 2, estamos llamados a formar Un Cuerpo Misionero. Un Cuerpo Misionero con Cristo como cabeza, para que en nuestra comunidad y en nuestras relaciones mutuas demos testimonio del poder, la gracia y la fuerza del Espíritu Santo que nos ha llamado, unido y enviado a seguir a Jesús proclamando la Buena Noticia a los pobres. Y esto lo hacemos junto con María. Ningún redentorista es capaz de pensar en vivir estas tres características (la cercanía con Jesús, con los abandonados y pobres, y entre ellos) sin invocar la protección maternal, la intercesión y la presencia de María, nuestro Perpetuo Socorro.

¿Cómo evangelizamos hoy a los pobres y abandonados? ¿Cómo lo hacemos en el mundo en que vivimos, tan herido, roto, que atraviesa esta pandemia? Muchas de nuestras iglesias están cerradas y la gente no puede reunirse. Lo hacemos, ante todo, como misioneros. Escuchemos algunas de las cosas que el papa san Pablo VI nos dijo a los Redentoristas en 1975, y que también dijo a la Iglesia en Evangelii Nuntiandi, cuando vino a nuestro Capítulo General en 1975. Enfatizó que, como Misioneros, los Redentoristas estamos llamados a estar cerca de la gente, a vivir entre ellos y a conocer sus realidades. Especialmente la realidad de los abandonados y los pobres, para poder ser testigos, antes de predicar explícitamente, para ser testigos del Redentor que está en medio de ellos. Esto es muy potente, porque refleja lo que san Alfonso enseñó a los primeros misioneros. De hecho, se hace explícito de los labios del santo padre, lo que está en nuestras constituciones 7, 8 y 9, donde somos testigos con el fin de que nuestra proclamación de la Palabra pueda ser real y efectiva. Y, entre los pobres abandonados, el testimonio de comunión y solidaridad es fundamental. Esto significa que tenemos que estar dispuestos a salir, a ir más allá, a dejar nuestra zona de confort, de la que tanto se habla últimamente. Y para experimentar la vida como los pobres abandonados, vivir en este mundo nuestro. Esto significa que tenemos que estar dispuestos, disponibles para la misión, que nos llama más allá de nuestra cultura, nos llama más allá de lo que a veces hemos conocido, de modo que aprendamos un nuevo modo de estar en medio del Pueblo de Dios y de aquellos que Él más ama. Este es nuestro desafío, sí, y es un desafío aún mayor cuando miramos a las grandes necesidades en las que el mundo herido vive hoy. A causa de esta pandemia de la Covid, hemos visto mucho sufrimiento y muerte, y mucha gente se ha sentido aislada, marginada y dejada a su suerte: los mayores, especialmente aquellos en residencias; los pobres, especialmente los migrantes y los indocumentados; los jóvenes, que han tenido que lidiar con sus escuelas cerradas y no pueden juntarse con sus amigos. A este mundo estamos llamados a llevar un mensaje de esperanza, de comunión, de solidaridad y de fraternidad, como el santo padre, el papa Francisco, nos invita en Fratelli Tutti; a crear una sociedad de fraternidad donde todo el mundo tiene cabida.

El papa Francisco nos ofrece cuatro palabras para que acompañemos a los pobres y abandonados del mundo de hoy.

Dice que la primera palabra es acoger. Creemos un espacio entre nosotros y en nuestros corazones para dar la bienvenida y recibir al que somos enviados. Cuando salimos, cuando vamos más allá de nuestros hogares, de nuestras casas, de nuestras sacristías, de nuestro estudiantado, de nuestros noviciados… y salimos al encuentro, nuestra primera respuesta debe ser una acogida para abrirnos, escuchar y acompañar.

En segundo lugar, dice que la segunda palabra es proteger. Los pobres abandonados viven en situaciones particulares de fragilidad en este nuestro mundo herido de hoy. Nosotros hemos visto este juego en el transcurso del año pasado en la política, economía, y a menudo se sienten aplastados. ¿Cómo Podemos proteger su dignidad y derechos y estar seguros de que son honrados como hermanas y hermanos?

La tercera palabra es promover, esto significa reconocerlos como don en nuestra sociedad y reconocer los dones que traen para la edificación de esta sociedad basada en una amistad social y fraternal.

La cuarta palabra es integrar. Llamarlos a la comunidad. Invitarlos a participar. Sus voces son importantes y escuchadas y somos evangelizados por ellos a la par que les ofrecemos el don del Evangelio.

En 2016, cuando nuestro 25th Capítulo General eligió el tema que había de guiarnos a lo largo de este sexenio y en el futuro hacia el proceso de restructuración, creo que el capítulo estuvo realmente guiado e inspirado por el Espíritu Santo. Los Misioneros Redentoristas están llamados a ser testigos auténticos y proféticos del redentor. En solidaridad para la misión en el mundo herido. No nos habíamos anticipado a la realidad que hemos vivido estos 9 meses pasados. No teníamos total conciencia de la crisis climática que afecta al mundo entero. No esperábamos el colapso de tantos sistemas económicos… Pero el Espíritu Santo nos movió a abrir nuestros corazones y mentes al hecho de que nuestro mundo está profundamente herido, a reconocer en las heridas de nuestras hermanas y hermanos las heridas del Redentor resucitado, que continúa viviendo en la esperanza y camina entre nosotros.

Que continuemos llevando este mensaje más allá: en nuestra comunión mutual, y en nuestra comunión con él y en nuestra comunión con los abandonados y pobres. Que estemos disponibles con entusiasmo y alegría para ir allá a donde somos llamados a dar testimonio del Redentor. Pues tanto amó Dios al Mundo que entregó a su único Hijo.

Que nuestra Madre del Perpetuo Socorro, san Alfonso, san Clemente (en éste su año jubilar) y todos los santos y beatos y tantos antepasados en este carisma redentorista, nos guíen, inspiren y fortalezcan por medio de sus oraciones.

Dios os bendiga. Amén.

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