Fuerza y debilidad
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Fuerza y debilidad
Con el Dr. Bawer Aondo Akaa, doctor en teología, prolífico patriota polaco, habla Dariusz Dudek.
Abstrayéndose de todos los estereotipos, cuando escuchamos la palabra “hombre”, en seguida vemos a alguien fuerte, con una espada en la mano. Sin embargo, un hombre también es debilidad, emocionable, incluso puede que con cierta suavidad. Y sobre la fuerza del hombre, así como de la debilidad, tendré el placer de hablar con nuestro invitado de “Iglesia Católica para Él”, el doctor Bawer Aondo Akka. ¡Buenas tardes!
Muy buenas tardes. Estoy encantado de poder estar contigo. Muchas gracias por esta posibilidad, querido Darek, ¡gracias!
Cuando les decía a unos conocidos, que iba a tener una entrevista con Bawer Aondo Akaa, su reacción fue: “¿Y ése quién es?”. Respondí: Buscadlo en Google y veréis. Respondieron: “¡Ah, es él!” ¿Acaso eres famoso?
Me haces una pregunta curiosa, Darek. ¿Acaso soy famoso? Pienso que depende de a quién preguntes. Depende del entorno y de la persona, de si es alguien interesado por la temática social, la Iglesia católica, de si es alguien que se involucra en actividades pro-life, y de si es alguien realmente interesado en que no haya nonatos asesinados a causa de un horrible aborto y en el apoyo para las personas nacidas con discapacidades.
No me siento un héroe, no me siento una estrella, aunque a veces me gusta, pues hoy un hombre. No oculto que me gusta brillar, pero por eso lo odio. San Pablo apóstol dice a los paganos así (parafraseándolo, por supuesto), que hago aquello que no quiero y no lo que quiero. Y lo decía en un contexto de lujuria corporal. Y me pasa lo mismo con la fama. Ahí está, me gusta, pero al mismo tiempo no me gusta.
Jesucristo fue el que dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. La verdad, es decir, veritas. ¿Acaso con todo esto no pierdo la verdad, es decir, al Señor Jesucristo?
La verdad también es aquello a lo que se llega, es algo que hay que descubrir. Eres conocido, sobre todo, por la lucha por la verdad, que es la vida desde la concepción hasta la muerte natural, así como esa verdad que es el amor a la patria. ¿Cómo llegaste a eso? ¿Cómo tú, un hombre que a primera vista no parece polaco, amas tanto esta patria? ¿Desde el principio estabas cerca de Dios?
Pienso que somos muy pocos (es decir, conservadores, patriotas, de derechas) como para que yo diga ahora: “Bueno… Algún otro lo hará por mí. Ya otro evangelizará. Ya otro hará. Yo soy discapacitado de nacimiento, tengo mi vida…” ¡No! Conocí al Señor Jesús gracias a mis tíos y a amigos, gracias a Darek, el primo de mi difunta madre, y gracias a su hermano Leszek. Gracias a ellos conocí al Señor Jesús.
Pero también conocí al Señor Jesucristo a través de una pregunta. Cuando mi madre vivía y yo estaba en la casa familiar, Darek y queridos amigos, yo era joven y pregunté a mi madre: “Mamá, ¿qué hay tras la muerte?”. Mi madre me contestó que no sabía. Ella era atea, no podía decirme otra cosa. Más tarde leí un libro genial del difunto Gilbert Keith Chesterton. Os invito a leerlo, Darek y queridos seguidores, su título es: “Santo Tomás de Aquino”. Vi en este libro que Santo Tomás comienza con esta pregunta: “¿Existe Dios?” Y esta pregunta es clave para toda persona.
Este es un cuadro muy bonito de la honestidad de tu madre y de tu búsqueda, así como de la actitud de tus tíos. Me gustaría también preguntar sobre su papel en todo esto. Si miramos a lo que es ser un hombre, no es algo que se sea, sino en lo que uno se convierte. En esto es necesaria la presencia de otros hombres.
A la edad de 15, 16 años, un chico no tiene experiencia. Un hombre joven no tiene experiencia.
Por decirlo delicadamente.
Exactamente, tienes razón, hablando delicadamente. Darek y Leszek me llevaron bajo sus alas y me educaron. Recuerdo cómo iba con Leszek a diferentes eventos patrióticos y cómo amaba Polonia – nuestra Resplandeciente República de Polonia. Así es como se educa, con eventos. Se va al cementerio el 1 de agosto, o el 3 de mayo a Misa en Wawel y después al desfile hacia la Cruz de Katyński… Ahora tenemos multitud de eventos patrióticos.
Alguien que te mire podría decir que no existe Dios, pues cómo Él podría permitir a alguien semejante sufrimiento, ser discapacitado, tenerlo en silla de ruedas, dependiente de otros. ¿El sufrimiento no excluye la existencia de Dios?
Yo digo algo sencillo: viviremos como mucho 80 años. A lo sumo 80 años, ¿qué es eso comparado con la eternidad?
Hemos tocado ahora, Darek, queridos amigos, un problema existencial extraordinario, de nuestra posmodernidad, es decir, las emociones. “¿Cómo Dios pudo permitir que sufriera?” Y de hecho esta palabra es una espada de doble filo, justo hoy pensaba en eso… Cuando alguien piensa que cómo Dios pudo permitir que sufriera, entonces piensa: “No quisiera yo sufrir así”. Supongamos que esta persona realmente piensa así, que esta persona, hombre, mujer, niño o niña muestra empatía: “Vaya, está sufriendo…”. ¿Qué hace esa persona? ¡Ayuda! En sí mismo, el sufrimiento no ennoblece, pero el sufrimiento unido a la cruz de Jesucristo sí ennoblece, porque el Señor Jesús ennoblece.
¿Cómo hacerlo? ¿Cómo unir el sufrimiento?
Tienes que decirlo
¿Basta con decirlo?
Pienso que basta con decirlo, rezar. Es una conversación. Por supuesto una conversación diferente. No es en plan: “Hola, Señor Jesús, me gustaría unir el sufrimiento a tu Cruz…” y “pum”, milagro. No, Darek, queridos amigos, no es así. Sin embargo, con el Señor Jesús uno se puede pelear, se puede discutir, se puede gritar también. Se puede llorar. Esto es íntimo. Ya que Dios existe, Dios Padre, su Hijo, que vivió, murió, resucito y vive, el Espíritu Santo Consolador, que da vida y se nos da… Es Dios en la Santísima Trinidad, y con Él se puede conversar, entrar en relación de oración.
Estas enfermedades que tenemos son mucho más amenazantes que las enfermedades del cuerpo. Nosotros aquí hablamos, como decía hasta los 80 años, ¡tú seguramente hasta los 100, Darek! Mateusz, el cámara, seguramente hasta los 110. Yo hasta los 50.
¡No hagamos una oferta! (se ríe)
Se trata de la segunda muerte, la condenación eterna, ¡el infierno es una tragedia! Digo tragedia, pero es difícil incluso imaginarlo. No es posible llegar a imaginarlo. ¿Qué significa infierno? ¿Qué significa cielo? Estas enfermedades del alma… esta es la verdadera tragedia, la hecatombe para el hombre.
¿Pero qué significa tener fe? Hay gente que dice: “Yo no tengo la gracia de la fe”. Entonces respondo: Ve a la misa más aburrida del mundo. No vayas a los dominicos. Cuando yo voy a misa esto ya es un encuentro. Si dijera que he perdido la fe, ¿qué he perdido exactamente? ¿Qué no he hecho? ¿Qué he dejado de hacer? Y aquí está el punto clave. Comprender qué es la fe católica. ¿Son emociones? ¿Voy a algún lugar y de repente me a golpear un rayo? El Dios, la Santísima Trinidad, saca nuestra suciedad, nuestros pecados, graves y leves. El Señor Jesús los saca y nos capacita para que seamos, en el caso de los hombres, hombres, para que vivamos como verdaderos hombres, y, en el caso de las mujeres, como verdaderas mujeres.
Apuntas una cosa muy curiosa, y es que en la fe no se trata tanto de una experiencia mística, aunque pueda darse, o emociones, sino sobre una cierta reflexión y elección tras esta reflexión. Una elección sincera de corazón. Y esto es algo muy valioso para los hombres. Nosotros no siempre estamos familiarizados con estas emociones y el pensamiento lógico nos aporta mucho.
Hay una cierta crisis masculina y todos lo sabemos, pero no sabemos cómo contrarrestarla, qué remedio ponerle.
Pienso que hay que tener un plan diario. Me levanto, rezo, me lavo, desayuno y voy al trabajo. Tengo algún hobby, lo que es muy importante. Mi difunto abuelo me enseñó: “Bawer, el hombre ha de tener alguna pasión, un hobby”.
El renacimiento de las terceras órdenes, laicales. Las terceras órdenes están vinculadas a los religiosos, como, por ejemplo, a la orden dominica. Pero, por supuesto, tienen otra regla y otras actividades. Pero impera precisamente este renacimiento. ¿Por qué? Pienso que Dios nos muestra ahora que nosotros, laicos, tenemos que hacer algo. Nos mueve a actuar. Ahí se reza el Breviario, la liturgia de las horas: laudes, vísperas, completas… y verdaderamente ponen de un modo increíble orden al día, orden y armonía y calman al hombre.
Hablas sobre lo que hace un hombre: piensa, elige y actúa. Hablas sobre la organización de la vida, que da, por ejemplo, el ejemplo sacado de las terceras órdenes. Yo asocio la misión al hombre. Una tarea que hay que llevar a cabo. En una de las entrevistas que te hicieron, mencionabas que algo natural para el hombre es la defensa de los débiles.
Si Dios nos creó a su imagen y semejanza, y así nos creó, nosotros, hombres, estamos llamados a proteger a los más débiles, a ponernos de su lado y cuidarnos, luchar por ellos. En primer lugar están los niños nonatos, los más débiles.
Sin embargo, recuerdo que he cometido errores. Alguien se reía de un compañero de clase, y yo no lo defendí. Sentía… fue un sentimiento al principio, y más tarde un análisis intelectual: ¿Por qué no lo defendí? Porque tenía miedo…
¿Pero qué? ¿El miedo tiene que paralizarme? ¿Acaso soy un animal al que el miedo paralice? ¡No! No lo soy por el mismo hecho de poder pensar en ello, en que el miedo me paraliza, pues los animales no piensan así, simplemente se asustan, es instinto. La misma fisiología, las mismas reacciones bioquímicas. Pero nosotros somos personas, porque lo analizamos. El miedo no va a paralizarme, porque soy una persona. Soy un ser mayor que un animal. Soy superior a los animales. Y por eso he de defender a los más débiles, aunque alguien pueda matarme.
Pienso que con estas palabras podemos resumir nuestra conversación. Tengo una reflexión más… Para los hombres es importante que, incluso si somos físicamente débiles, seguimos teniendo intelecto, podemos usarlo para tomar decisiones, asumirlas y hacer lo que podamos, aquí y ahora.
Gracias, muchas gracias Darek, ha estado muy bien. Me siento honrado de haber podido hablar para vosotros. ¡Hasta más ver!
¡Adiós! En la descripción del vídeo encontraréis los datos de contacto de Bawer. ¡Muchísimas gracias, Bawer!
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