Clamando al Mesías #5 – Oh, Sol del Amanecer
Ver el video
Puedes encontrar los subtítulos en tu idioma en la barra de reproducción de YouTube.
Leer
¡Saludos en Jesucristo! 21 de diciembre, seguimos con una nueva antífona de Adviento ante nosotros. Para comenzar, como es tradición, escuchémosla cantada por el p. Tomasz Jarosz.
La antífona de hoy es continuación de la de ayer. Se repite aquí una llamada al Mesías, que ha de venir a aquellos que están en tiniebla y sombra de muerte. Pero esta vez no hay aquí ninguna petición de abrir una cárcel, si no de alumbrar. Veamos que esta antífona, a parte del motivo de la tiniebla y la sombra, tiene en sí muchísima luz. Tres veces el Mesías es llamado como fuente de la luz: amanecer, resplandor y sol. Al igual que ayer Jesús nos era presentado como aquel que puede abrir la cárcel de nuestros pecados y sacarnos de ella, así hoy nos trae la luz, para que de modo seguro y sin duda percibamos y podamos juzgar lo que es bueno y lo que es malo en nuestra vida, para que caminemos por un camino seguro hacia una meta elegida y no la perdamos. Sirvámonos en nuestra reflexión de este ejemplo: si entramos en la habitación de alguien, que no tiene fuente de luz exterior, no tiene ventana (por ejemplo, a un armario o a un sótano) y cerramos tras de sí las puertas, cae la oscuridad en este lugar. Piensa ahora que recibes la tarea de, en esa habitación, coger un objeto que se encuentra allí, una cosa concreta. ¿Cómo lo haces? No sabes en qué lugar se encuentra, pero sabes que está allí. Antes de encontrarlo, tienes que vencer al mayor enemigo: la oscuridad. Sólo hay una opción: encender una luz. La oscuridad no se puede eliminar tirándola en un cubo por la puerta. En cuanto iluminemos la habitación, encontraremos el camino hacia la meta, evitaremos los obstáculos que acechan en la oscuridad. Y alguien puede decir en este lugar: “Bueno, bueno, hay otra manera. Hay otra manera de encontrar el objeto que buscamos”. Todavía tenemos el sentido del tacto, podemos movernos tocando las paredes, y para mayor seguridad podemos agacharnos. De esta manera evitamos los obstáculos que encontramos en este sótano, en esta habitación. Y así, poco a poco, tocando las paredes y distintos elementos que encontramos allí, damos con aquello que buscamos”. Y sí, es posible hacerlo de esta manera, pero de seguro no es el camino más rápido a la meta. Además, queda una pregunta: ¿Con qué seguridad aquello que tenemos en la mano es ese objeto que buscábamos y no es algo que se le parece?”. De modo similar ocurre en nuestra vida. Si vivimos en tiniebla y en sombra de muerte, es decir, en el pecado, para eliminarlo de la vida necesitamos la luz, la cual es Jesús y su palabra. Todos en la vida buscamos la felicidad, pero si vamos por la oscuridad, a tientas, puede ocurrir que aquello que hemos agarrado y que parece ser aquello que buscábamos es sólo la siguiente piedra que nos arrastra hacia abajo, es una apariencia de felicidad. De nuevo nos perdemos, porque faltó la confianza en que la verdadera vida sólo está en Dios y en sus caminos, en su luz. Prestemos también atención a que la luz en la antífona de hoy no es estática, es dinámica, llena de movimiento. Al principio está el amanecer, que disipa las tinieblas de la noche; después un resplandor, que ilumina el día; y al final, un sol pleno, gracias al cual vemos todo perfectamente a mano. Esta luz no ciega, sino que progresivamente acostumbra los ojos a ella. De igual modo Jesús ilumina nuestra vida, progresivamente acostumbra los ojos de nuestra fe, para percibir los caminos de Dios de modo cada vez más seguro, para discernir lo que es bueno y lo que es mano y evitemos los obstáculos del pecado, y así nos convirtamos en la “luz del mundo”. Pidámosle a Jesús que sea nuestra luz, para que percibamos el pecado que hemos de eliminar de nuestra vida, para que percibamos los obstáculos, las tentaciones y las ocasiones de pecado y las evitemos; para que lleguemos a la meta, que es la salvación, la felicidad plena.
This post is also available in: polski (Polaco) English (Inglés)