Aventura: algo fortalecido por el tiempo
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Aventura: algo fortalecido por el tiempo
Hoy habla Dariusz Dudek con Marek Sacha, quien ha trabajado como laico de misionero en Bolivia.
Hoy, en Iglesia Católica para Él, visitamos un país lejano, ya que nuestro invitado será Marek Sacha, quien un buen y largo periodo de su vida lo ha dedicado a este país lejano, Bolivia, y concretamente a las misiones en este país. ¡Buenas tardes, Marcos! ¿Qué tal?
¡Muy buenas tardes! ¡No sabía que hablabas español!
Bueno, esto es más o menos todo lo que soy capaz de pronunciar en español, pero tengo que reconocer que esta lengua me gusta mucho y siempre me ha parecido muy agradable cuando la he escuchado o utilizado. Y esta es mi primera pregunta, antes de preguntar cómo llegaste a esa tierra boliviana, mi primera pregunta es: ¿lo echas de menos?
No hay día en el que más o menos no piense en Bolivia, en ese tiempo, en esas personas, ya que, sobre todo, tengo constante contacto con esa población, pero también por los objetos aparentemente prosaicos, souvenirs, cosas que tengo, que todavía no he enterrado en el fondo de un armario. Tengo que reconocer que ocupan la mayor parte de mi habitación. Cuando las miro, me vuelven los recuerdos, por lo que lo echo de menos, de esta manera específica, y recuerdo ese tiempo.
Si mal no recuerdo de una conversación antes de este encuentro, decías que en Bolivia pasaste un año y medio. ¿Cuándo saliste? ¿Cuándo volviste?
Salí a finales de noviembre de 2016, y durante unos días, antes de llegar a Bolivia, estuve en España, para cambiar un poco el clima a algo más cálido. También quería visitar un cierto lugar importante para mí, que se llama Torres Ciudad. Es un santuario a la Virgen, a la cual dedicó mucho mi patrón, José María Escrivá de Balaguer, un santo español, fundador del Opus Dei. Escribí mi trabajo de fin de carrera sobre él, concretamente sobre su devoción mariana, por lo que esto fue un acto, por una parte, de agradecimiento y, por otra, una petición para este tiempo que iba a pasar en Bolivia. Cuando iba a salir, no sabía exactamente por cuánto tiempo iría. Firmé un contrato por un año y fue un contrato preliminar entre la diócesis de Tarnów, yo, y el obispo de allí. Ese era el plan, pero ¿qué podía suceder? No tenía billete de vuelta, por lo que era lo que se dice un viaje “sólo de ida”. Volví finalmente en mayo de 2018. El 1 de mayo volé desde Bolivia y llegué aquí el 2 de mayo. La historia del viaje es muy larga y, hablando sinceramente, es difícil mostrar un momento decisivo. Por primera vez estuve en Bolivia en el año 2012, como seminarista del Seminario de Tarnów. Fui allí para una práctica de un mes y se puede decir que “allí empezó todo”. Y entonces, durante una de las visitas a un pueblo lejano, si mal no recuerdo el pueblo se llamaba Yaguaru, con una bella iglesia franciscana, allí nos enseñó la iglesia la sacristana. Desgraciadamente, en esta parroquia, en esta iglesia no había un sacerdote estable, que viviera allí, la atendiera… sólo había un sacerdote misionero que una vez cada cierto tiempo iba allí. La sacristana, cuando salimos de la iglesia, con lágrimas en los ojos, dijo que a los habitantes del pueblo les gustaría tener su propio sacerdote. No uno que viniera (lo que por supuesto les alegra), sino uno que estuviera en este lugar todo el tiempo. Estas palabras me llegaron a lo profundo de la memoria y el corazón, y entonces prometí que volvería. ¡No sabía todavía de qué forma! Tuve que esperar cuatro años para convencerme de que iría de nuevo, pero como laico, para también ayudar en toda la actividad.
¿Cómo es ese proceso desde ese “Yo quiero ir” a través de ese “¿a quién he de remitirme?” y “¿qué hacer para firmar ese contrato?”. ¿Qué significa ese “contrato”? ¿Cómo es el “camino formal” de un viaje a la misión para un laico?
No estoy del todo seguro de si soy el mejor ejemplo, pues, dado que ya había estado en Bolivia, conocía bastante bien la lengua española, y pude acelerar este proceso. En una situación normal, una persona laica va a Varsovia, al Centro de Formación Misionera, para, durante un año, prepararse para irse al país de misión. Yo, dado que ya en cierto sentido estaba preparado, sobre todo lingüísticamente, pude ir directamente a la curia de Tarnów, a su sacerdote representante, Krzystof Czermak, que es el responsable para las misiones en la diócesis de Tarnów, y, también, dirigirme al obispo Antoni, de Bolivia, al principio por mail y telefónicamente, para establecer el tiempo de mi viaje. Unos meses antes de mi vuelo, vino aquí de viaje el obispo Antoni, visitó la diócesis, a mi familia, y nos encontramos en la curia para hablar y, de esa manera, “ponernos de acuerdo”, seguidamente firmamos el contrato, estableciendo que iría por un año.
Para mí, personalmente, y pienso que para muchos de nuestros oyentes y espectadores, un misionero se asocia con un sacerdote o con una religiosa, que predica desde el ambón, catequiza, administra los sacramentos, etc. ¿pero qué puede hacer un laico en misión?
Muchísimo. Quizás, respondiendo a esa pregunta, habría que decir aquello que no puede hacer: no administra sacramentos y todo lo que está reservado sólo y exclusivamente a los sacerdotes, pero, aparte de eso, puede, como laico, hacer todo lo demás. Yo, yendo a Bolivia, estaba destinado a ayudar al obispo Antoni: fui su secretario, conductor, cuidador de todas las casas, del obispado, de la catedral; junto con las hermanas, era responsable también de la catedral, trabajé en la curia, en la cual estábamos tres personas: el obispo, la secretaria de Bolivia y yo. Y en el llamado “entretiempo” restauramos también diez habitaciones en nuestra casa para alquilarlas y tener algo del dinero para el mantenimiento. Por lo que respecta a la fe, yo siempre decía que puede que yo fuera a enseñarles algo a los bolivianos, pero en realidad siempre volvía con algo aprendido de ellos. Alguien podría ir y sólo querer enseñar, lo que es comprensible, pero eso no es del todo la base misionera o cristiana, pues también debemos aprender y debemos aprender de aquellos a quienes evangelizamos, pues a pesar de que su fe sea más reciente que la nuestra (desde el puno de vista histórico) para nada significa eso que sea más pobre o peor. Reconozco que su fe a veces me dejaba sin aliento; a veces me quedé positivamente sorprendido, pero también a veces negativamente, pues basta que, por ejemplo, lloviera y ellos no fueran a la iglesia en multitud, como cuando hacía bueno. Venían gente de fe fuerte, con principios, pero cuando veían que llovía fuerte, ya no venían a la misa.
Has mencionado los sueños, las dificultades, y ciertos esfuerzos que implican un viaje… Este es una descripción ideal de una aventura. Pienso que la palabra “aventura” no está muy alejada de la palabra “hombre”. ¿Qué piensas? ¿Un hombre necesita aventuras?
Desde luego depende de cada hombre, pues hay algunos que se quedan sentados en el sofá toda su vida y no se mueven. Yo soy una persona muy activa, puede que ahora el coronavirus me haya limitado un poco. Yo no soy capaz de estar sentado en un lugar por mucho tiempo y pienso que precisamente el hombre, mirando la historia, fue responsable de la búsqueda de alimento, del cuidado de la familia, etc., en sus genes y sangre está este aspecto de aventura. Merece la pena reconocer qué aventura es esta: si se trata de turismo o de una aventura de Dios a nivel religioso.
Vuelvo de nuevo a la cuestión de los sueños, pues este es un tema muy importante y esencial para mí. ¿Cómo escuchar los propios sueños? ¿Cómo oírlos? ¿Cómo llegar a lo que yace en lo profundo del corazón del hombre?
Tiempo. Pienso que el tiempo es la mejor respuesta. Lo mejor que me dijo el obispo en 2014, cuando estaba “en caliente”, siendo un chico joven, y decía que ya quería quedarme así, fue: “Date tiempo. Piensa, reflexiona y, por supuesto, de rodillas, y habla con la gente, con la familia sobre todo, y descubre si éste es tu sueño, si es lo que anhelas”. Un deseo temporal de satisfacer una aventura, pero escrita con minúsculas. Pero, hablando de esa Aventura, con mayúsculas, hay que afirmar que es algo que fortalece, confirmado por el tiempo. Si dura más de un día, más de una semana, eso da la seguridad de ser veraz. El tiempo es un concepto relativo y para uno basta un mes para reflexionar, y otro necesita diez años para convencerse de algo, y con esto me refiero a todo: el camino de la vida, el trabajo… pero si el algún lugar profundo del corazón sabes y estás seguro de que de todas las formas humanas has pensado y analizado los datos (a veces merece la pena escribir en un papel los pros y contras… yo personalmente no lo hice, pero pienso que mi cabeza lo hizo, un poco inconscientemente). Si estás tranquilo y sigues estando convencido de que quieres hacerlo y que esto es (más o menos) un verdadero deseo, pues hablamos precisamente de estos deseos, entonces Dios te bendecirá en todo, pues es su voz en el interior la que debemos escuchar.
¿Y qué aconsejarías a alguien que siente en el corazón ese deseo de arriesgarse e ir lejos de misión?
Si estás libre, si tu salud te lo permite, así como toda tu situación vital, entonces ve. ¡No lo pienses! Yo fui y no me arrepiento. Si no hubiera ido, de seguro no hubieran sucedido muchas cosas: en primer lugar, no estaríamos hablando aquí; y en segundo, eso no me hubiera dado nunca tranquilidad.
Por supuesto, no todos te van a aplaudir. También yo tuve un periodo duro con la familia cercana, pues no es una decisión fácil irse a un país peligroso, por lo que les llevó tiempo aceptarlo y estar de acuerdo. Durante un largo tiempo, incluso durante mi estancia, fue duro; sin embargo, vieron que yo mismo lo vivía con paz y que era verdaderamente una experiencia profunda. Tuvieron que aceptarlo. Por lo que no hay que desanimase si alguien te dice: “¡¿Pero qué estás haciendo?!”. De seguro aparecen algunas personas que dirán: “No desperdicies tu vida de esa manera”, “Eso no tiene sentido”, “Pero si tienes trabajo”, etc. Yo tenía trabajo, pero una voz interior, si no se cumple, va a permanecer, y será difícil acallarla con cualquier cosa después, sobre todo con cosas materiales, por lo que si hay una voz en ti, reconócela, más tarde habla con una persona responsable y atrévete, pues de verdad merece la pena. Una persona que vuelve de la misión vuelve transformada, aprendida, pues todo viaje abre los ojos. Y lo hace sobre todo viajar a países pobres, a situaciones donde hay dificultad… de repente uno valora también lo que tenemos aquí. Volvemos y miramos de otra forma, hablamos diferente con la gente, ponemos la atención en otras cosas. De un viaje misionero, aparte de alguna bacteria o virus que podamos traer con nosotros, volvemos sola y exclusivamente enriquecidos, esta es mi opinión.
Te agradezco mucho tu testimonio, tu historia de aventura en Bolivia y todo este tiempo que has pasado allí y por esa alegría que hay en ti todo el tiempo, así como por estos consejos sobre cómo buscar, encontrar y realizar el propio deseo que hay en cada uno de nosotros, en cada hombre, y que Dios lo ha inculcado ahí. Gracias de corazón por estar con nosotros, por vernos y escucharnos. Os invitamos a suscribiros a nuestro canal de YouTube y a seguirnos en Facebook y en Instagram. Nos vemos en los siguientes vídeos de Iglesia Católica para Él.
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