Sé como un buen soldado de Cristo Jesús

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Sé como un buen soldado de Cristo Jesús

¡Saludos en Cristo! Me llamo Karol y soy lider de la Comunidad y Escuela de la Nueva Evangelización “Sursum Corda” de Cracovia. Una comunidad cuya misión está muy relacionada con la misión de los redentoristas, pues, como la Congregación, nosotros también queremos anunciar la Buena Noticia de Dios, el amor de Dios por las personas. Somos una parte integral de esta misión.

Hoy quisiera compartir con vosotros mi experiencia personal sobre la obediencia. Durante más de 20 años he sido soldado profesional. La obediencia es parte de mi trabajo, de mi identidad.

“Sé como un buen soldado de Cristo Jesús”, dice san Pablo en la carta a Timoteo. Éstas son las palabras que me guían hoy al compartir este testimonio contigo.

Varias veces durante mi servicio militar he tenido que ser obediente. Esta obediencia es aceptar algo que no es tuyo, pero que sirve a otra persona.

Este servicio a otra persona, que percibo hoy tan potente y tan integralmente vinculado al Evangelio. Jesucristo vino a servirte, a servirme. El servicio se puede ver intensamente cuando das una parte de ti mismo para servir. A menudo cuesta sudor, e incluso sangre. Lo he experimentado, pues participé también, además de en ejercicios y campos de entrenamiento, en misiones internacionales de las Fuerzas de Trabajo Polacas.

En todo lugar había que ser obediente. Aceptar la voluntad del superior, que sabe más. Tú, como único soldado, no tienes que saberlo todo. Yo muchas veces no sabía todo y hoy sigo sin saberlo. Pero tenía que ser obediente a la voluntad del superior, que sabía más. Para él yo era muy importante en esta operación. Pero para que esta operación tuviera éxito, necesitaba soldados. Confiaba a un soldado una misión correspondiente. Y tú tenías que ser responsable de esa misión con obediencia.

Fijaos que Jesúcristo actuaba en obediencia a Dios: “Padre, aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. En la obediencia se acepta lo que no es tuyo. Sin embargo, esto no te esclaviza, al igual que no me esclaviza a mí. Veo que cuando me acerco al Señor, cuando comienzo a servirle, es decir, cuando acepto lo que no es mío, Dios me guía y me capacita. Dios me obsequia con sus gracias y envía su Espíritu a mi corazón, a mi familia. ¡En mi familia Él está ahora en primer lugar! Cuando Él es lo primero, todo está en orden. Pero esto sólo ocurre cuando soy obediente.

La obediencia también la percibo con otra imagen, la de mi obediencia al Padre en el Cielo.

Mis dos hijos están en casa. Dios me ha confiado esta responsabilidad y me ha dado confiadamente esta gracia de la paternidad.

¿Tiene que escucharme mi hijo pequeño? ¿Tiene que obedecerme? ¿Debería? Todo lo que hago, cada mandato que le hago, es para protegerlo, y refleja mi amor por él.

Lo mismo sucede en mi relación con Dios. Él me reprende, me amonesta, me muestra el camino, me guía. Lo hace por amor, tal y como yo, en familia, educo y guío a mi hijo. Soy yo el que hoy, en la sociedad, el trabajo, la familia y en la comunidad, allá donde me llama Dios, doy el primer paso. Sin embargo, antes tengo que invitarle a mi corazón. Cuando invito a Jesús a mi vida, entonces Él está ante mí y Él es mi GPS, Él me guía. Él da el primer paso. Mis pasos se colocan sobre sus huellas. Entonces puedo guiar con responsabilidad a mi familia. Entonces puedo guíar a mi comunidad. Entonces puedo guiar a otros, especialmente a los que amo, por los que me preocupo.

Esta es mi vida: me acerco a Él, le miro y voy tras Él. Él dice: “Hijo, sígueme”. Mirad, la obediencia a Dios es extraordinaria. ¡Mirad qué jefe! ¡Mirad qué superior! “Si quieres, hijo mío, sígueme”. Entonces yo, cada día, descubro en esto alegría y digo: “¡Dios, quiero!”. Pues sé a dónde me conduce. Pues sé que es el mejor Padre, es el mejor Superior. Para mi seguridad y mi bien no me arroja de sus manos. Me guía y capacita. Envía el Espíritu Santo. Esta es mi experiencia de obediencia. Esta es mi experiencia.

Ser obediente es aceptar lo que no es tuyo. No es tuyo. Pero esto no te esclaviza. Yo mismo lo experimenté más de una vez. Acepto lo que no es mío, y esto es Dios. Entonces Dios me guía, capacita y fortalece. Sé obediente como Jesucristo. Utilizaré de nuevo este fragmento que cité al comienzo: “Tomad parte en las dificultades y adversidades como un buen soldado de Cristo Jesús” (2Tim 2, 3). Yo quiero ser como Jesucristo. Jesús, en obediencia a su Padre, fue a la cruz y realizó cosas grandiosas. También yo quiero hacer grandes cosas, pues quiero ser como Jesucristo. Quiero hacer cosas grandes, porque tengo un Dios grande. A eso estoy destinado y quiero hacerlo. En todo a lo que me llama Dios quiero ser el mejor, pero con gran humildad, la cual Él mismo me da cuando soy obediente.

Que Dios os bendiga, que os guarde y guíe. ¡Sursum Corda!

 

Autor: Karol Cierpica
Traducción: Carlos A. Diego Gutiérrez, CSsR

 

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