CASTIDAD
Ver el video
Puedes encontrar los subtítulos en tu idioma en la barra de reproducción de YouTube.
Escuchar
Leer
Castidad
Vida en castidad. ¿De qué se trata? ¿Es posible esta vida hoy en día? Ven, hoy te contaré algo sobre ella.
Si quisiéramos resumir qué es una vida en castidad podría expresarse así: ¡Una vida en castidad es una vida con amor! ¿Paradójico? Creo que no, pero ¿Dónde está el problema? En el contexto en que vivimos hoy. La palabra castidad ha dejado de tener hoy un significado concreto. Vivimos en un mundo, en una situación, en el que en torno a nosotros impera una vida sin castidad. Y nadie en absoluto lo llama así. Estamos en un mundo en que existe el culto al cuerpo, en el que se hace hincapié en los placeres, y esto es lo que se cultiva y se muestra como el sentido de la vida, como aquello que nos permite disfrutar de la vida. Es la fuente de nuestra felicidad. Pero ¿es esto es verdad? ¿En serio?
Veamos qué dice la Biblia sobre esto.
El texto estándar es el pasaje del Evangelio según san Mateo, capítulo 19, cuando Jesús habla del celibato. Para los judíos el celibato era algo impensable e imposible. Jesús explica tres grupos de personas que abrazan la vida en celibato, o como lo formula el derecho canónico: una vida célibe en perfecta continencia. El primer grupo de personas célibes son aquellos que ya nacieron así del vientre de su madre, que no son dadas al matrimonio. El segundo grupo son aquellos a los que la gente ha hecho así.
El tercer grupo de gente son aquellos que, por el Reino de los Cielos, se han hecho célibes. Al mismo tiempo, Jesús se da cuenta de que son palabras difíciles y que no todos pueden asumirlas. Jesús motiva a que las personas sean este tipo de gente que elige una vida vinculada al Reino de los Cielos, es decir, con aquello que no vemos. Hablar hoy de la vida espiritual parece muy difícil, cuando la gente vive solo con el convencimiento de que la vida es para disfrutar, para los placeres, o para satisfacer los propios deseos o anhelos de éxito. Cuando se desconecta la esfera de la vida espiritual, es difícil hablar de castidad y consagración, de la dimensión de entrega a algo más de lo que vemos aquí y ahora.
¿Para qué abrazan los jóvenes o los un poco más adultos una vida así? ¿Para qué una vida en castidad, una vida consagrada? Sí, se puede decir, que se toma la decisión absoluta de no casarse por Dios, por la Iglesia, por los hermanos.
Es por eso por lo que nosotros, eligiendo una vida así, consagrada, queremos seguir a Jesús, quien precisamente fue casto, pobre y obediente. Profesamos los así llamados consejos evangélicos, y precisamente uno de ellos es la castidad. Jesús no tuvo mujer y así queremos seguirle. ¿Pero es una idea en sí misma? ¡Para nada! No nos preocupan las ideas en sí mismas. ¿Qué nos aporta seguir a Jesús en esta plena y perfecta continencia sexual, sin casarnos? Nos da, sobre todo, un corazón libre. Un corazón libre para amar ampliamente, en primer lugar al Señor. Y esto es lo que distingue el corazón de un consagrado, que en algún lugar en lo profundo su corazón siente que podría amar a otra persona, a un cónyuge y al mismo tiempo a Dios, porque su corazón busca esa entrega total y exclusiva a Dios. Por tanto ama a Dios con un corazón indivisible. Esto no significa que no ame a la gente con la que está. Precisamente es apertura; la apertura al amor de Dios hace que mi corazón sea libre, sin ataduras a una persona concreta, sino que es para todos a los que el Señor me envía en la misión, bien sea la predicación de la palabra de Dios o cualquier servicio apostólico concreto: trabajo con niños, enfermos, o cualquier otro trabajo, en la universidad o en la imprenta. Cualquier trabajo que esta persona realiza en la Iglesia puede hacerlo con un corazón libre y abierto a la entrega y al amor, para entregarse más y más fuerte, porque su corazón no está vinculado sólo a una persona, sino que es para el Señor, para todos aquellos a los que es enviado.
Este tipo de vida es una respuesta. Dios nos invita a este tipo de vida. No es que todos tengan que elegir esta vida, y si no la eligen no serán santos, o serán menos perfectos. ¡No! El señor invita a algunas personas, las saca, por así decirlo, de este mundo, de este estilo de vida para el que todos estamos predispuestos.
Todos traemos de serie el poder tener una relación, poder casarse. Y no puede darse esa situación de que alguien elija la vida consagrada porque desprecia el matrimonio o le repugna esa vida, piensa que es algo peor. Esta no es la dirección correcta. La elección siempre debe estar dirigida al amor. Elijo esta vida por un bien mayor, pues reconozco precisamente un bien mayor en mi vida. Jesús me invita a ello. Veamos que no sólo nosotros tenemos problemas para justificar esta vida. ¿Cómo es dejarlo todo, seguir al Señor, vivir en castidad en los tiempos de hoy? ¿Cómo es posible? San Pedro también tenía problemas con cómo justificar la elección de su vida. Preguntó: “¿Qué obtendremos con ello?” Jesús le respondió: “Recibirás cien veces más”. Sobre todo se trata de la vida eterna, pues para ello aceptamos nuestra vida, para realizar mi vocación personal a la santidad y mi vocación en la Iglesia. Para aquellos a los que Dios me envía.
Autora: Hma. Izabela Stokłosa OSsR
Traducción: Carlos A. Diego Gutiérrez CSsR
This post is also available in: polski (Polaco) English (Inglés)