La misión de la Congregación. Espíritu: Evangelización de los pobres
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Misión de Congregación. Espíritu:
Evangelización de los pobres
Padre General, ¿qué es ser redentorista? Somos una entre muchas otras congregaciones religiosas. ¿Qué nos diferencia de las otras?
Ésa es, de verdad, una pregunta muy buena, especialmente en el mundo en que vivimos hoy en día. ¿Qué significa ser redentorista y qué diferencia hay entre ser un redentorista, un franciscano, un carmelita o un jesuita? Hay diferencias. Pienso que lo más importante es que estamos llamados a complementarnos. Todos somos llamados a edificar la Iglesia, el Pueblo de Dios, y a servir al mundo, pero Dios nos llama de modos muy concretos. Lo que siempre me ha llamado la atención es que, en el centro de nuestro ser redentorista, hay 3 cosas: primera, un redentorista es un hombre dedicado totalmente a Jesucristo, el Predicador, el Evangelizador, el Redentor. Segunda, es quien sigue a Jesús Redentor en comunidad, eso lo hacemos juntos; nunca encontrarás a un redentorista solitario, por lo menos no debes encontrar a uno así. Un redentorista siempre está con otros redentoristas, porque juntos seguimos a Jesucristo. Tercera, un redentorista ha de estar entre los pobres, entre la gente abandonada que está en el margen de la sociedad en que vive. Estos son los tres factores, que son inseparables, y que están en el corazón de nuestra vocación. Por supuesto, seguir a Jesús; pero Él nos llama a hacerlo en comunidad y Él nos manda a los más pequeños de sus hermanos y hermanas.
¿Podría hacerle más preguntas personales? ¿Qué significa para usted seguir a Jesucristo como redentorista?
Seguir a Jesús como redentorista significa, en primer lugar, que Él tiene que estar en el centro de mi vida; que le conozco no sólo como un redentor que vivió, murió y resucitó hace 2 mil años. Le conozco vivo hoy. Esto significa que debo rezar, hablar con Él, tengo que tener una relación con Él porque está vivo. Él está conmigo y está a mi lado. A veces me olvido de esto, de vez en cuando no le pongo en el centro de mi vida, y dejo que algo se entrometa. Pero quiero que Él sea el verdadero centro de mi vida. Cualquier cosa que hago con otra gente, en mis otras relaciones, está conformada por Jesús, por mi relación con Él. Él es mi hermano, mi amigo, mi redentor, Él es mi Dios. Tengo hablar con Él, aún más íntimamente de lo que puedo hablar contigo. Hablar con Él es… ¿cómo decirlo?… Él me conoce de principio a fin y debo dejar que me conozca así. Esto es lo que significa para mí seguir a Jesús.
Gracias por una respuesta tan personal. Padre General, sabemos que nuestro fundador, san Alfonso Ligorio, fundó la Congregación respondiendo a las necesidades que observó en el mundo en el que entonces vivía, pero los tiempos han cambiado. ¿En nuestros tiempos tenemos las mismas necesidades y desafíos?
En cierto sentido siguen siendo las mismas, porque, aunque el mundo cambie y aunque los tiempos han cambiado, todavía y siempre hay personas que viven en los márgenes, siempre hay gente en las periferias de la sociedad. San Alfonso en su tiempo miró y vio que, mientras una parte de la sociedad se había mudado a las grandes ciudades como Nápoles, los que se habían quedado en los pueblos y trabajaban en las montañas, los agricultores y los campesinos, estaban en los márgenes de la sociedad, no tenían voz. Normalmente eran muy pobres, a menudo sin siquiera un sacerdote que los escuchara y se preocupara por ellos. Hoy puede que no sean los pobres campesinos en las montañas del sur de Italia los que están más abandonados. Pueden ser justamente personas en las grandes ciudades, pueden ser los jóvenes que no encuentran a nadie que los escuche y son los que piensan que la Iglesia es para sus padres y abuelos. Pueden ser los migrantes que abandonaron su cultura y su hogar. Siempre habrá gente en las afueras. El Papa Francisco no deja de recordarnos que debemos ir a los márgenes de la sociedad, tanto a las periferias geográficas, los lugares a donde nadie quiere ir, porque les gusta la buena vida y están muy a gusto donde están, como a las que él llama las periferias existenciales, a la gente que quizás viva en medio de nosotros, pero es prácticamente invisible. Puede ser la gente mayor o los jóvenes. Esto varía en las diferentes sociedades. Pero lo que tenía san Alfonso era un corazón para las personas excluidas, las personas en los márgenes. Él quiere que nosotros, los redentoristas, tengamos corazón para la gente de los márgenes y que vayamos donde están, aunque esto sea a menudo difícil para nosotros.
Hablando sobre la sociedad, podemos observar que la sociedad de hoy es una sociedad individualista. He leído que los “selfies” son probablemente el tipo de fotos más popular que se hace la gente. Pero, al mismo tiempo, la gente tiene miedo de estar sola, sin amigos. ¿Cómo nosotros, los redentoristas, podemos ayudarles? ¿Como pueden sentirse inspirados por nuestro estilo de vida?
Vuelvo a algo que dijo el cardenal Tagle a los redentoristas de Filipinas. El cardinal Tagle era el arzobispo de Manila. Acaba de venir a Roma para ser el prefecto de la Propaganda de la Fe, la evangelización de las gentes. Fue a un capítulo de nuestros cohermanos de Filipinas y ellos le preguntaron qué es, según su opinión, lo mejor que pueden aportar. Él les respondió: “vivid vuestra vida comunitaria, no seáis simplemente una pensión, donde la gente tiene habitación y comida. Vivid vuestra vida comunitaria y dad testimonio de que todos están llamados a la comunidad”. Aparte de lo que él dijo, en el mundo en que vivimos, aseguraos de que vuestras comunidades sean interculturales. Es un gran testimonio cuando personas de países o culturas diferentes, o incluso de lenguas distintas, forman juntas una comunidad, forman juntos una familia. Es algo que encuentro inspirador que, sólo viviendo nuestra vida, como ya has dicho, siendo simplemente quienes somos, damos al mundo un regalo, porque les enseñamos a otras personas algo diferente, les mostramos que ellos pueden vivir en comunidad, que pueden tener amigos y relaciones normales. Volvamos a los tiempos cuando escribía san Alfonso. Entonces no había “selfies” u otras cosas del estilo, pero él siempre estaba preocupado por la gente que se sentía abandonada, sola y de la cual nadie se preocupaba. Por ejemplo, si lees su libro “Conversando con Dios mi amigo”, dice que tienes que recordar que nadie, ya sea tu hermano o hermana, o tu padre o madre, te ha amado tanto como te ama Dios. Si eres consciente de esto, puedes convertirte en un amigo de Dios y en un amigo de los demás, acabarás transformado. Es una parte de nuestra misión como redentoristas cultivar este tipo de amistad evangélica, arraigada en nuestra relación con Dios, que nos hizo en el amor.
Padre General, nuestra Congregación se dice misionera. ¿Qué significa esto? ¿A quién somos enviados por el Santísimo Redentor?
La primera parte, como dices, es “misioneros”. La palabra “misioneros”, para los que no saben de dónde viene, proviene de “ser enviado”. Somos enviados por Dios para su misión, para su propósito en el mundo. María Celeste Crostarosa habla sobre ser enviados por Dios para llevar a cabo la intención del Padre para la redención del mundo. ¿A quiénes somos enviados con este mensaje? ¿A quiénes quiere que vayamos especialmente los redentoristas? Nuestras constituciones y estatutos nos dicen, muy claramente, que somos enviados a todo el que no ha escuchado el Evangelio como Buena Nueva, a todo aquel a quien la iglesia no ha sido capaz de dar suficientes medios de salvación, a todo aquel que se siente aislado, abandonado y solo. Estos son los principios. Yendo más allá, leemos que, entre todos a los que somos enviados, hemos de tener especial cariño y amor por los pobres. Porque tienen menos recursos, tienen menos oportunidades y nosotros podemos ayudarles a descubrir el valor y el significado de sus vidas. Son los pobres materiales. Nuestras constituciones y estatutos dicen que somos enviados a los migrantes, a los jóvenes, a la gente que ha abandonado la Iglesia por el daño que le hicieron. Somos enviados a las familias que sufren y están rotas, y a los mayores, que, a veces, son los más abandonados de todos, porque sus hijos crecieron y se mudaron, puede que a otro país, y no hay nadie quien les cuide. En algunas sociedades de Europa, muchas personas mueren solas y nadie las encuentra hasta pasado un tiempo. Somos enviados a los que están en un verdadero peligro, a los susceptibles de ser abandonados, los invisibles. Ellos son a quienes somos enviados. Tenemos una misión, somos enviados por Dios. Sabemos a qué personas somos enviados, sabemos a quiénes debemos ir. Tenemos un mensaje. El mensaje es la redención, la libertad. Eres amado, eres valioso, tú marcas la diferencia. Estos tres principios nos hablan sobre lo que los redentoristas deben hacer hoy en día. Diferente a cómo hemos hecho en el pasado, pero construyendo sobre la tradición que hemos recibido desde san Alfonso.
Padre General, ¿cuáles son los medios habituales para cumplir nuestra misión? ¿Hay alguna manera privilegiada, un tipo de servicio para proclamar el Evangelio al mundo?
Lo que empezamos con san Alfonso en Nápoles en los años 1700, la manera especial de proclamar el mensaje a los pobres y abandonados, era mediante las misiones parroquiales. Cuando él iba a predicar las misiones parroquiales, la predicación tenía lugar no sólo en las iglesias. Los misioneros redentoristas iban visitando todas las casas; padres y hermanos iban llamando a todas las puertas. Si se daban cuenta de que una familia no venía a la iglesia, hacían un esfuerzo especial para llegar a ellos. Reconciliaban a los enemigos que luchaban entre sí mismos. Esto pasaba tanto en pueblos pequeños como en ciudades grandes, a veces también en las familias. Ellos siempre hacían posible el sacramento de la reconciliación, porque Dios quiere que el mundo sea reconciliado. Pero, al final, la predicación siempre estaba en el centro de una misión redentorista. Cuando san Clemente fue a Varsovia a la iglesia de san Benon, no les dejaban predicar misiones parroquiales. Lo intentaban, pero el gobierno no se lo permitía, tampoco los sacerdotes les dejaba predicar. ¿Y que hizo él? Convirtió San Benon en un lugar de acogida, donde todo el mundo podía ir, pero vio que había también otras necesidades. Había necesidad de educación, había huérfanos, gente, especialmente mujeres, sin nada que llevarse a la boca. Empezó a predicarles la Buena Nueva, respondiendo a otras necesidades al mismo tiempo, sin olvidar nunca la predicación de la Palabra de Dios, pero también dando testimonio por medio del servicio social. Y fue más allá e involucró a los laicos para que hicieran también esto. De este modo, se añadió algo nuevo a nuestra manera tradicional de ser redentorista, muy importante y vital. No podemos olvidar tampoco este aspecto de la pastoral. Luego, los redentoristas fueron con los migrantes hacia América del Norte. San Clemente soñaba con ir allí, pero nunca lo consiguió. Cuando el padre Passerat, que sucedió a san Clemente más allá de los Alpes, empezó a enviar a redentoristas, a san Juan Neumann y otros, para que acompañaran a los migrantes a las Américas, vio que allí tenían que establecer parroquias, desarrollar la catequesis, fundar escuelas católicas y, así, nuestra pastoral, nuestro estilo de hacer misiones, creció. Hoy en día, tenemos unas comunicaciones que nunca antes habíamos tenido. Tenemos los medios de comunicación, las redes sociales, la televisión, la radio (como Radio María con Tv Trwam en la Provincia de Varsovia) y muchas otras maneras de llegar a la gente con el mismo mensaje. Entonces, creo que es muy importante no pensar que hay sólo una manera de hacerlo. El Espíritu Santo no ha dejado de inspirar a los fieles redentoristas para encontrar nuevas maneras de llevar este mensaje. Sin embargo nunca hemos dejado de predicar, nunca hemos dejado la pastoral social, el servicio en las parroquias, o de ser cercanos o de confesar a la gente. No obstante hemos añadido algo nuevo, una nueva posibilidad y oportunidad. Lo encuentro realmente emocionante.
Para resumir, se trata simplemente de predicar y tener los ojos y los corazones abiertos, como dice el Espíritu Santo.
¡Exactamente! Se trata de responder a las necesidades verdaderas de nuestro entorno. De este modo el Espíritu Santo nos permite leer los signos de los tiempos. Las necesidades verdaderas que están delante de nosotros. Si lo hacemos así, cumpliremos la misión que san Alfonso quería que cumpliéramos en la Iglesia, la misión a la cual nos llama Jesús.
Usted, como el Superior General, viaja mucho. Ha visitado muchas comunidades redentoristas… ¿Qué característica, según su opinión, es común en nuestras comunidades?
Creo que hay varias cosas que a mí siempre me parecen extraordinariamente importantes cuando veo a los redentoristas en el mundo. Tuve el privilegio de estar en más de 70 países del mundo. Nunca esperé que fuera a salir de Canadá, sin hablar de tener que ir a todos estos países en los cuales trabajan los redentoristas. ¿Qué tenemos en común? En primer lugar, hay un gran amor a Jesucristo, especialmente en el Santísimo Sacramento, lo noto en cada comunidad redentorista. Se juntan ante la presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento para celebrar la Eucaristía, para rezar, para estar juntos como una comunidad, y esto es lo que está en el centro de cada comunidad redentorista. Esto de verdad me inspira, es absolutamente vital mantener viva nuestra cercanía a Jesús. En segundo lugar, tienen un amor excepcional a María. Fíjate en todos los santuarios que tenemos y que fomentan la devoción a María. Invitan a la gente a entrar y a que la vean como su Madre. Nuestra Madre del Perpetuo Socorro es de verdad una madre para el Pueblo de Dios. Y esto me lleva a la tercera característica: la cercanía al pueblo. Los redentoristas quieren estar cerca de la gente, como una madre o un padre están cerca de sus hijos. Ellos verdaderamente quieren estar cerca de la gente a la que son enviados a servir. No sólo para obrar bien, o por caridad, y luego volver a una casa cómoda, cerrar la puerta y vivir su propia vida. No, ellos de verdad desean vivir con la gente y estar cerca de ella. Estas tres características nos describen en todos los sitios. Hay países donde no podemos hablar sobre Jesús de manera abierta; hay países en los cuales nuestra presencia es vista como una espina en el cuerpo de la sociedad por varios motivos. Hablo de los países comunistas, pero también en algunas partes de Asia, donde hay comunidades minoritarias que no tienen la posibilidad de predicar del mismo modo que en Polonia, Brasil o Colombia. No se caracterizan por grandes misiones o muchedumbres en las iglesias, pero estas tres características las encontrarás donde sea: cercanía a Jesús, especialmente en el Santísimo Sacramento, cercanía a la Virgen y la proclamación del amor por Ella como Madre de todas las gentes (Dios la quiere con cariño como su Madre). Y en tercer lugar, la cercanía a la gente, a la gente de verdad. Pienso que estas 3 cosas nos caracterizan y realmente provienen de nuestro espíritu.
Padre General, ¿Usted recuerda la misión o servicio pastoral, la manera de hacer pastoral, que más le tocara porque era muy exigente, desafiante o, a lo mejor, dio muchos frutos?
Creo que hay muchas historias que podría contar y algunas de ellas son muy especiales. Cuento, por ejemplo, la de los redentoristas de Vietnam, que tenían allí una misión entre la gente indígena, tribal, en las montañas. Llevaron aquella misión durante 50 años y tras aquellos 50 años hubo alrededor de 56 000 conversiones al cristianismo, al catolicismo. Sí, porque los redentoristas van hacia ellos, están cerca de ellos, aprendieron su lengua, escribieron himnos con las verdades básicas del catecismo con la música de la gente de allí, y ellos aceptaron su forma de hacer las cosas. Vemos la respuesta de esta gente a la misión redentorista. Esto de verdad toca el corazón, y no estábamos locos por querer que estuvieran allí, entre esa gente. También en Brasil en nuestro santuario de Aparecida puedes encontrar de 20 000 hasta 25 000 personas que llevan allí sus necesidades a nuestra Madre, personas realmente desesperadas. A veces son sus últimas oportunidades, pero siempre hay allí un redentorista que los acoge. Si quisieras dar un paseo alrededor de la iglesia de Aparecida y no encontrar a nadie que te dijera: “Que Dios te bendiga, ¿cómo estás?” realmente te tendrías que esforzar, porque su estilo de vida es así; dando la bienvenida, ya están evangelizando. Deberías estar allí también durante el servicio de reconciliación, ver a la gente que va a la confesión. De vez en cuando se pueden ver las lágrimas corriendo por sus rostros. Puedo pensar y pensar una y otra vez sobre los sitios donde estuve y vi este tipo de servicio. Los misioneros en Filipinas o en Indonesia, donde la predicación de una misión parroquial no dura una semana o dos. Son tres, cuatro o cinco meses viviendo en pequeños pueblos aislados, conociendo a la gente y trayéndola a la iglesia, enseñando (sí que tienen una semana de predicación también). De esta manera, ellos edifican unas comunidades pequeñas que pueden continuar este apostolado de ser la Palabra de Dios para los demás. Los misioneros redentoristas comparten exactamente su vida, la comida, el alojamiento, donde a veces falta el agua corriente. Lo ves y dices: esto significa ser un misionero y estar cerca de la gente. Sí, hay muchas y diferentes historias que contar.
Usted ya ha hablado sobre la evangelización. Se ve que no es una nueva, sino fuerte llamada de la Iglesia a evangelizar. ¿Qué hacen los redentoristas para responder a esta llamada de la Iglesia?
Pienso que la mejor respuesta es que siempre continuamos nuestra misión evangelizadora. Tenemos unos grupos que estudian cómo hacerlo, especialmente a la luz del secularismo. Tenemos un grupo que estudia cómo hacerlo en diálogo con los musulmanes. Tenemos toda una parte que estudia sobre cómo proclamar la Buena Nueva hoy en día. Pero más allá de eso, los redentoristas usan sus pies. Ellos salen, van a llevar a la gente la Buena Noticia. Salen para hacer pastoral, van para encontrarse con los jóvenes dónde ellos están. A veces, para conseguirlo, necesitan más que sus pies; necesitan el ratón de sus ordenadores, cuando entran el mundo virtual, dónde ahora vive mucha gente joven. Pero ésos son sólo los medios, los instrumentos. Cuando pienso sobre la evangelización y los redentoristas, pienso también en lo que escribió el Papa Francisco en Evangelii Gaudium: “no es lo mismo conocer a Jesús, que no conocerlo; no es lo mismo ir con Él cada día, que no haber ido nunca con Él. No es lo mismo vivir sintiendo que Dios de verdad es alguien importante para mí aquí y ahora, que vivir como si Dios ni siquiera existiera”. Si creeremos esto, podemos ayudar a propagar esta idea, extenderla a través de nuestro modo de hablar con la gente, mediante nuestro modo de convivir, a través nuestro modo de rezar, de nuestra sonrisa o de nuestra manera de acoger. Pienso también que los redentoristas fueron famosos por actuar así. ¡Habla con la gente en una iglesia redentorista!, ¿qué crees que dirán?: “Estos curas, estos hermanos, realmente se preocupan por nosotros”. Si un día fuera a algún sitio y escuchara: “éste no se preocupa de nosotros”, creo que sería hora mudarse, no debería estar aquí. Pero no lo oigo. Lo que veo es a nuestros hermanos con los pies por delante: salen, evangelizan. Pienso que esto haría que el Papa Francisco se sintiera orgulloso de los redentoristas, estén donde estén. ¡Ojalá!
Esperemos. ¡Muchas gracias, Padre General!
¡Gracias a usted, Padre Gregor!
Autor: p. Miguel Berhl CSsR y p. Gregor Ruszaj CSsR
Traductor: br. Hubert Starzycki CSsR
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